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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Los bárbaros atentados á la cultura pública y á la dignidad nacional, realizados por los que proceden movidos por instintos feroces, obligan á todo hombre civilizado á defender su derecho vulnerado en los derechos de todos; para acudir con el arma al brazo á ser de los primeros en tomar puesto en las filas de la defensa nacional.
El vaso de agua, obrando maravillosamente sobre la mucosa y todo el aparato digestivo del buen funcionario, producía efectos maravillosos. Activadas sus funciones vitales, recobraba su alegría y verbosidad ampulosa: los instintos galantes no se quedaban atrás en aquella resurrección matutina.
Pero, ¿a dónde iremos a parar si Pepillo sigue con esos instintos crueles y depravados? Si viera usted cómo tiemblo al pensar que el mejor día, por cualquier motivo, será, usted objeto de las iras de esa infeliz criatura. No tema usted.... Me quiere, hacemos buenas migas.... No, Rodolfo; es mi hermano, le quiero mucho, pero le conozco; no hay que fiar de ese niño....
Facundo, empero, rechaza todos los medios civilizados que ya son conocidos, los destruye y desmoraliza; Facundo, que no gobierna, porque el gobierno es ya un trabajo en beneficio ajeno, se abandona a los instintos de una avaricia sin medidas, sin escrúpulos.
El antiguo calavera sintió despertarse sus instintos de libertinaje con el perfume que exhalaba aquella mujer, perfume indefinible de carne fresca y virginal que él creía aspirar, como buen conocedor, más con la imaginación que con el olfato.
Buenos Aires es tan poderosa en elementos de civilización europea, que concluirá al fin con educar a Rosas y contener sus instintos sanguinarios y bárbaros.
Sus instintos de comerciante honrado, amigo de la regularidad, sublevábanse al pensar en un medio tan vergonzoso de adquirir dinero. Para él, las casas de préstamos eran antros horribles, guaridas de latrocinio; acudir a ellas era contaminarse, perder la propia dignidad. ¿Y usted ha ido allí? preguntó con expresión dolorosa . ¿Ha entrado en esas casas?
Todos cuantos en el mundo tenían obligación de socorrerme, me habían empujado para colocarme allí: nada podía esperar de ellos; a lo lejos, sólo veía curiosos que se asombraban de mis resistencias y se reían de mis vacilaciones; abajo, en el fondo del precipicio, la algazara de las mujeres que me habían precedido en la caída; en derredor de mí, envolviéndome, asfixiándome como anillos de serpiente, una atmósfera de insanos elementos, narcótica, enervante; sobre la atmósfera, sobre mí, sobre el mundo entero, allá en lo Alto, donde debía de existir un código de moral como yo le presentía cuando me dejaba gobernar por mis propios instintos, inclinados a lo menos corrompido, ya que no a lo más honrado..., nada tampoco que viniera en mi auxilio... El Dios que a mí me habían hecho conocer en mi casa era «un caballero anciano, de muy buena sociedad»; algo serio por razón de su jerarquía, pero muy fino, muy complaciente y de una moral muy elástica; dispuesto siempre a incomodarse con la gente de poco más o menos, pero incapaz de faltar en lo más mínimo a las señoras del gran mundo que le honraban confesándole de vez en cuando y en los ratitos que las dejaban libres sus devaneos de hembras «eximias» del género humano...; un señor, en fin, por el estilo de mi difunto padre, aunque quizás no tan elocuente ni de tan distinguido porte como él... ¡Y nadie ni nada más a donde volver los ojos!
En tanto que el sepulturero abría la zanja, una brisa fresca y retozona oreaba el rostro del muerto, quien ciertamente no debía estarlo en regla, pues sus músculos empezaron a agitarse débilmente, abrió luego los ojos y, al fin, por uno de esos maravillosos instintos del organismo humano, hízose cargo de su situación.
Pero los instintos hereditarios reaccionaban en todos aquellos retoños de la montaña: resucitaba en ellos el gusto á la antigua vida y poco á poco abandonaban los trajes exóticos, agarraban la escopeta y volvían, como sus padres, á las comilonas, á la caza y hablar de ganancias de miles de duros, acordándose de su educación extranjera como de un sueño.
Palabra del Dia
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