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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Las luchas pasajeras cambian las situaciones aparentes y modifican algo los caractéres: solo las grandes revoluciones forman las ideas de los pueblos. El español tiene los instintos de la democracia y del progreso; pero le faltan las convicciones consiguientes, las ideas que se han de traducir luego en instituciones.
A ella no se le pasó jamás por la imaginación el querer a Antoñuelo como una mujer quiere a un hombre. Y él, como por una parte la tenía por un ser superior y por otra parte sus instintos amorosos eran vulgarísimos, procuraba emplearlos y satisfacerlos en más fáciles objetos, y sin darse cuenta de ello, e ignorando su esencia y su nombre, consagraba a Juanita un afecto puro, ideal y platónico.
Por eso ha dicho un escritor norte-americano: «Tenemos ya bastante ciencia popular; lo que falta á nuestros hijos son libros capaces de formar sus instintos.» Este es el rol que desempeñan en la mejora del género humano los libros de poesía, que como se ha dicho, son los que forman la conciencia de un mundo mejor. Si ellos nos faltan, ¿con qué los reemplazaremos?
Aplastada en el reinado de Carlos II, atravesó después el fangoso pantano de Walpole. En medio de la pública postración, salieron á relucir los instintos de la baja plebe: el precioso libro titulado Robinsón deja entrever la aparición inminente del alcoholismo.
No le imitaba en el vestir, ni en las maneras, porque discretamente, al notar algunos conatos de ello, don Álvaro le había hecho comprender que tales imitaciones eran ridículas y cursis. Burlándose de Trabuco había apartado a Paco, que tenía instintos de verdadero elegante, de tales propósitos.
Algo hay, en efecto respondí ; pero no lo bastante, a mi entender y añadí, dejándome llevar demasiado de mis instintos un tanto prosaicos : porque todo ello es, al cabo, mera poesía.
Después, sin reflexionar en lo que hacía, don Andrés y quién sabe si la muchacha misma, ya que hasta la más inocente suele dejarse guiar por endiablados instintos, prestaron auxilio a la casualidad y la convirtieron en providencia, hallándose casi todos los días y pasando tan cerca de ella, que casi tropezaban o se tocaban.
Si no se hubieran aprovechado de nuestra ausencia para abandonarse a sus instintos rapaces, todos estarían vivos y a bordo de este buque. Es verdad. Nosotros lo hubiéramos intentado todo por salvarles. Pero ¿qué dirá nuestro armador al vernos regresar sin olutarias y sin tripulación? Peor caso es el de muchos otros pescadores, que perdieron los buques y la vida. Es cierto, Van-Horn.
La primera vez que salimos armados del alcázar de tus califas salimos ya para abrir y desgarrar tu seno: ¿callaste entonces, y te atreves á quejarte ahora de que ejerzamos en tí nuestros instintos? Sufre y muere no ya bajo el hierro, sino bajo el cuento de nuestras alabardas.»
Las cosas de la industria pertenecían á las mujeres. ¿Cómo podía interesar á los hombres un armatoste metálico?... En cambio, las muchachas de la Guardia sentíanse atraídas de un modo irresistible por este objeto enorme y desconocido. Al verlo, latían en su interior confusos instintos, y fué tan fuerte su curiosidad, que hasta olvidaron la disciplina.
Palabra del Dia
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