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Las procesiones de penitencia á la Cruz del Campo, nota gráfica de la España de los siglos XVI y XVII, merecían ser descritas muy al pormenor, ya que el pincel de un artista lo trasladó al lienzo en un curioso é interesante cuadro que conservaba en su palacio de San Telmo el duque de Montpensier.

Bien lo mucho que va de lo vivo a lo pintado, y más cuando está tan muerto el pincel, como mi pluma; pero aun por eso pido a V. S. aquella Palma que siempre en sus Escudos y Armas invencible se levanta, para que así deba la Fe a este Catolicísimo Reino, como dentro sus muros los triunfos, fuera de sus confines, la Palma.

Desnoyers seguía con interés los trazos del pincel y aceptaba todas las explicaciones del retratista de almas. El era partidario de los antiguos; en sus compras, sólo había adquirido obras de pintores muertos; pero le bastaba saber que Julio pensaba como su amigo, para admitir humildemente todas las teorías de éste. La laboriosidad del artista era otra.

Pocas veces apareció tan pura y limpia de vapores como en aquel momento. La mañana era espléndida. El sol había madrugado mucho, señal cierta de que á la tarde se nublaría. Los contornos de la Peña Mayor y de sus compañeras parecían dibujados sobre el gran lienzo del firmamento por un pincel monstruoso.

Me decía un pintor en una ocasión que presenciábamos la puesta del sol: Vea usted ese horizonte desconocido completamente fuera de las regiones intertropicales, y dígame si habrá quien pueda soñar esa clase de tintas. Aquel artista tenía muchísima razón. El pincel es impotente ante la insondable bóveda de los trópicos.

Cuando la criada la hubo secado prolijamente y desgrasado sus cabellos con una tierra cenicienta, ella extendiose de espaldas sobre las almohadas y entregose, como muerta, al pincel y al ungüento. Poco después, el hombre de la túnica azul, que Ramiro viera al entrar, presentose. Traía en sus manos navaja y bacía de barbero.

Pero la firme voluntad de devolver la calma a sus hijos venció a la enfermedad en tal instante. Encomendóse devotamente a la Virgen de las Mercedes, y penetró con resolución en el gabinete-estudio de don Jaime. El cual, vestido medio a lo oriental con un traje estrambótico que usaba por las mañanas dentro de casa, salió a recibirla teniendo aún en las manos el pincel y la paleta.

Y no lo dudo: en la familia se conservó durante muchos años, una miniatura hecha en Jalapa por Castillo, una miniatura, que, al decir de mi abuelo, era de mérito singular; en la cual aparecía la Carmita con una hermosura y una cierta, majeza, dignas del pincel de Goya.

Del mismo pincel y de la misma época son estos cuatro de este lado: Héctor, Aquiles... ¡Demonio! parece que te voy a hablar del sitio de Troya... Cosas de mi padre.

Lo primero levantaban mil necios testimonios a nuestra Fe: decían, que idolatrábamos continuamente en la adoración de las Imágenes de la Cruz y del Santísimo Sacramento y que creíamos en tres Dioses, sin querer entender jamás que creemos una naturaleza Divina misma subsistente en tres Divinas Personas: ni, que si adoramos la Hostia, es porque en ella consagrada está realmente el mismo Dios en persona, por infinita dignación de su bondad, ni en fin, que no damos el culto al pincel, al nicolor, sinó al representado por ellos y en cuanto en lo representado se venera el agrado del mismo Dios.