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Pero esta infección no llegará a Madrid.... Vamos, en marcha, ahí está el coche. Oyeron las alegres campanillas de las mulas de Peralvillo. Sola se despidió de los niños llorando, y les prometió que volvería muy pronto. Al subir al coche, dijo: ¿Tardaremos mucho? Volaremos afirmó el héroe . Peralvillo, llévanos a prisa.... ¡Oh! ¡qué lástima que no tengamos ya por aquí esos carriles de Satanás!

A la mañana siguiente se encontró el cadáver de la niña bajo el puente. Entre las frescas campanillas de los frondosos suspiros descansaba el cuerpo de Hasay. ¿La mató el rayo del sentimiento que hace estallar el corazón ó la última resolución del suicida? ¡Dios y la muda y poética naturaleza, únicos testigos, solo lo saben! Y bien dije á mi amiga,¿por qué murió Hasay?

No comprendiendo la cosa, me entré con ellos y vi que la bandeja contenía un pañuelo rodeado de sampaguitas, campanillas y calachuches. Pregunté, y me dijeron que aquel pañuelo lo había perdido la dueña de la casa, y una vez encontrado y averiguado de quién era, se lo iban á devolver, no sin antes pagar el hallazgo con la fiesta conocida con el nombre ya dicho.

En los momentos en que el Reverendo Sr. Dimmesdale razonaba de este modo consigo mismo, y se golpeaba la frente con la mano, se dice que la anciana Sra. Hibbins, la dama reputada por hechicera, pasaba por allí, vestida con rico traje de terciopelo, fantásticamente peinada, y con un hermoso cuello de lechuguilla, todo lo cual le daba una apariencia de persona de muchas campanillas.

Los flamencos atraían el sábalo con el ruido de las campanillas. Lo mejor de los animales, y que se ha llegado á destruir casi del todo á fuerza de persecuciones, era el matrimonio. Aislados, fugitivos, ahora sus amoríos son pasajeros, viéndose compelidos á guardar un mísero celibato, de cada día más estéril.

33 Y harás en sus orladuras granadas de cárdeno, y púrpura, y carmesí, por sus orladuras alrededor; y entre ellas campanillas de oro alrededor. 35 Y estará sobre Aarón cuando ministrare; y se oirá su sonido cuando él entrare en el santuario delante del SE

Las vacas de leche, de monótono cencerro, husmeaban sus ruedas; las cabras, asustadas por el rocín, apartábanse sonando sus campanillas y balanceando sus pesadas ubres; las comadres, apoyadas en sus escobas, miraban con curiosidad aquellas ventanillas cerradas, y hasta un municipal sonrió maliciosamente, señalándola a unos vecinos. ¡Tan temprano y ya andaban por el mundo amores de contrabando!

Adentro del carruaje, la dichosa Sol era toda exclamaciones: jamás, jamás, en su vida de huérfana pobre, había visto Sol correr los ríos, vestirse a los bosques fuertes de campanillas moradas y azules, y verdear y florecer los campos.

Previo un sordo gruñido de sus intestinos de cobre, soltaba un repique de cien campanillas de timbre agudo y disonante, y luego con voz grave y solemne daba la hora: ¡tón! ¡tón! ¡tón!... Yo, al ver aquellos relojes me decía: Uno para los clientes, el de pesas; otro, el de cristal, para el señor licenciado.

No bien saltaron en tierra algunas personas de a bordo, visitaron la ciudad y hablaron con sus mercaderes y con otros de sus habitantes, entre los cuales no faltaba ya quien chapurrease el portugués o el italiano, corrió por todas partes la voz de que mandaba la nave recién llegada un señor de mucho fuste y campanillas, cuyo nombre era Miguel de Zuheros.