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Y así, hay rubias muy exaltadas y volcánicas que viven entre las neveras y témpanos de Siberia, mientras no es raro ver en los cármenes del Mediterráneo morenas lánguidas y desmayadas, como sumidas en sueño letárgico a compás del vaivén de las hamacas. Así como las tormentas se producen en todos los puntos de la tierra, hay también ciclones pasionales en todas las zonas del espíritu universal.

Con más razón que los chinos, porque sus montañas volcánicas son de una perfecta belleza de forma, los japoneses miran con adoración las cumbres nevadas. No hay ídolo en el mundo que pueda compararse á su magnífico Furiyama, á la «montaña simpar» que se yergue casi aislada en medio del campo, cubierta abajo de selvas, vestida de nieves arriba.

Si en algunos puntos el territorio es árido y triste, donde quiera que las montañas volcánicas hacen sentir su influencia, por regla general el país es muy fértil, y ofrece en todas partes el mas variado aspecto, particularmente del lado occidental del Rin.

A once y medio kilómetros de Legaspi se encuentra el pueblo de Libog, situado á la orilla del mar, y al ESE. del volcán, cuyas ondulaciones por esta parte se extienden hasta la misma playa. La palabra bicol libog, quiere decir turbio. y posible es que en la falta de trasparencia de las aguas volcánicas que por allí abundan, se buscara nombre al pueblo.

El panorama parece casi todo un océano de arrecifes, negros, pardos, grises, y a veces rojizos, como si antiquísimas conmociones volcánicas los hubiesen desparramado entre abismos.

El sabio, que busca los elementos de la piedra, averigua que todas las rocas macizas, compuestas de cristales ó de pasta cristalina, son como el granito, metales oxidados; tales son el pórfido, la serpentina y las rocas ígneas que brotan del suelo en las erupciones volcánicas, traquita, basalto, obridiana, piedra pómez; todo es silicio, aluminio, potasio, sodio y calcio.

En ellas habían colocado los antiguos á Eolo, señor de los vientos; en ellas está el Stromboli vomitando enormes bolas de lava, que estallan con un estrépito de trueno. Las escorias volcánicas vuelven á caer en las chimeneas del cráter ó ruedan por la pendiente de la montaña, sumiéndose en las olas.

Escucháronse allá en la garganta ruidos formidables, sordos estampidos, presagio de violenta erupción. Pero al cabo aquellos ruidos se apagaron, cesaron los movimientos de trepidación, y el cráter, en vez de despedir una corriente de lava fundida, como era de temer, rocas, cenizas y otras materias volcánicas en ebullición, dejó escapar débilmente estas dos palabras: , señora.

Era la Roca de San Pablo, aglomeración de piedras basálticas en mitad de la línea equinoccial; pedazo de tierra diminuto olvidado por las convulsiones volcánicas y que seguía emergiendo audazmente entre África y América, sin fauna, sin flora, yermo y maldito en las soledades del Océano, lejos de todo país habitado.

La ascensión es difícil por ser en algunos puntos la pendiente muy pronunciada. El calor nos ahogaba; las materias volcánicas rechinaban bajo nuestros piés y experimentábamos los efectos de la fuerte irradiación que lo avanzado de la tarde y la falta de sol operaban en las masas calizas impregnadas de los ardientes rayos tropicales.