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Mirad al fondo de un manantial: primero nada veis, y luego observáis algunas gotas un poco turbias. Con un buen anteojo, lo turbio se convierte en una nubécilla, ¿gelatinosa ó coposa? Vista al microscopio el copo se vuelve múltiple, como un grupo de filamentos, de caballitos. Se les considera mil veces más delgados que el más delgado cabello femenino.

A la luz de un turbio farol que ardía en aquel lugar, que era el zaguán de la puerta de las Meninas, se vió á doña Clara envolverse completamente en su manto, y al bufón rebujarse en su capilla. El suizo, que alabarda al brazo paseaba en el zaguán, se detuvo un momento, y al desaparecer, lanzándose en la calle, doña Clara y el bufón volvió á su paseo. Llevadme donde están dijo doña Clara.

Algún tiempo se distinguió la cara de Lucía, sofocada y bañada en llanto, y su pañuelo que se agitaba, y oyose su voz diciendo: Adiós, papá..., padre Urtazu, adiós, adiós.... Rosario.... Carmen..., abur.... Al fin se perdió todo en la distancia, la escamosa sierpe del tren revelose a lo lejos por una mancha obscura, luego por desmadejado penacho de turbio vapor, que presto se disipó también en el ambiente.

Yo me acordaba de las fantasías de Yurrumendi acerca de la sima que hay en aquel sitio en el mar, y me veía bajando al insondable abismo con una velocidad de veinticinco millas por minuto. A pesar de las seguridades de Recalde, el cielo no aclaraba; por el contrario, iba quedando más turbio, más gris; había pocas traineras y lanchas de pesca fuera del puerto.

A once y medio kilómetros de Legaspi se encuentra el pueblo de Libog, situado á la orilla del mar, y al ESE. del volcán, cuyas ondulaciones por esta parte se extienden hasta la misma playa. La palabra bicol libog, quiere decir turbio. y posible es que en la falta de trasparencia de las aguas volcánicas que por allí abundan, se buscara nombre al pueblo.

Era su estilo ampuloso, sonoro, claro en apariencia, turbio en el fondo, meloso siempre y seductor por estudio; y saltaban a la vista, en el momento de fijarla en sus columnas, las palabras orden, progreso, paz, religión y patria... Era, en substancia, la representación escrita del espíritu yerto de la época en que se daba a luz; pero hasta el punto de dudarse si procedía de tal padre, o, al contrario, si era él quien había formado ese espíritu; quien alimentaba y nutría el alma de esa nueva raza, verdadera plaga del siglo que corre; raza sin convicciones, sin fe, sin entusiasmo; que llaman orden a todo cuanto le garantiza una tranquila digestión, y progreso a cuanto redunda en aumento de su caudal; que entiende por patria su hogar doméstico, y por sociedad, un conjunto de ciudadanos matriculados para vender y comprar, tranquilamente, fardos de algodón, harinas de Castilla o papel del Estado; raza que transige con todo, menos con que se suba un cuarto la libra de pan.

Poco a poco dijo la esposa prontamente , que para sigue siendo turbio. Me parece que en todo lo que has dicho hay demasiada composición. No me fío yo, no me fío, porque para fabricar estos arcos triunfales de frases y entrar por ellos dándote mucho tono, te pintas solo.

Obligados al fin a separarse, los amantes aseguraron sus promesas, poniendo al cielo por testigo de sus juramentos santos, quedando María en aguardar y resistir, y don Lope en alcanzar de su padre y volver antes de mucho a poner fin a tantas inquietudes y aflicciones. Amaneció un día turbio y revuelto como ya del corazón del otoño, y don Lope disponía su viaje para aquella misma tarde.

Soltaba un rugido la trompetería al terminar su fórmula el escribano; apoyaba sus puños el barbero en el pecho del neófito, tiraban de él los negros, y caía de espaldas en la piscina con un chapoteo que salpicaba a larga distancia. Desaparecía en el líquido turbio cubierto de vedijas de yeso.

Su vida era un río turbio, monótono, sin brillantez ni belleza, deslizándose sordamente como el Júcar en invierno. Al repasar su existencia, la resumía en pocas palabras. Se había casado; Remedios era su mujer, don Matías su suegro. Era rico, disponía por completo de una gran fortuna, mandando despóticamente sobre el rudo padre de su esposa, el más ferviente de sus admiradores.