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La masa líquida que parece helada, es nieve apenas fundida que no se ha entibiado todavía absorbiendo abundante aire; conserva toda la crudeza primera, y su color, de un azul fuerte, tiene yo no qué de hostil. Se tiembla anticipadamente, no sólo de frío, sino también de deseo, y para calmar el cansancio de la marcha nos arrojamos voluptuosamente en el agua helada.

Escucháronse allá en la garganta ruidos formidables, sordos estampidos, presagio de violenta erupción. Pero al cabo aquellos ruidos se apagaron, cesaron los movimientos de trepidación, y el cráter, en vez de despedir una corriente de lava fundida, como era de temer, rocas, cenizas y otras materias volcánicas en ebullición, dejó escapar débilmente estas dos palabras: , señora.

Ya he dicho que mandaba D. Teodoro Reding la primera división; lo que aún no ha sido escrito por la Historia ni dicho por es que yo formaba parte de ella, porque toda la caballería voluntaria había sido incorporada, mejor dicho, fundida en los batallones del ejército, que apenas contaban con la mitad del contingente.

Como en los tiempos antiguos, antes de la explotación del bosque, pinos y hayas entremezclados, volverán á crecer en las faldas de la montaña, de donde bajan las primeras aguas; las raíces que brotan, el musgo que las cubre, las hierbas que la rodean y que la cabra no vendrá á arrasar, contendrán en su caída las gotas de lluvia y los hilillos de nieve fundida.

Importaba, además, que el pueblo, donde la epopeya iba a nacer, tuviese el germen de una gran civilización propia, no ofuscada por recuerdos distintos de otra civilización pasada o extraña; y que, si algo o mucho tomaba de otras civilizaciones, fuese con tal brío plasmante, con tal fuerza de asimilación, que lo disolviese todo, mezclándolo con el jugo de sus entrañas, y que todo lo derritiese y fundiese con su calor natural, y que luego esta masa, fundida y hecha sustancia propia, la vaciase en molde, propio también, de donde saliera a luz, reluciente, nueva, con forma adecuada y castiza, y con sello peculiar, indeleble.

Por debajo de ella se veían moverse unos cuerpos extraños, que parecían de plata fundida, veteados de un verde pálido y con estrías de púrpura. ¿Qué ocurre allí? preguntaron Hans y Cornelio. Se diría que el mar llamea dijo Van-Horn, que se había levantado, aunque sin abandonar el timón. ¿Ocurrirá algún fenómeno desconocido de nosotros? preguntó el Capitán.

Parecía de cristal azulado: una estatua fundida con pasta de espejo de Venecia, que iba á romperse apenas tocase el fondo. Caminaba como un dios de la profundidad, arrancando plantas, persiguiendo con sus manos los relámpagos de bermellón y oro que se ocultaban en las grietas de las peñas. Transcurrían minutos enteros; se iba á quedar para siempre abajo; no subiría.

En esto entró la amable vecina, echó una ojeada al descarnado esqueleto cuyas angulosas formas dejaban adivinar los trapos que la cubrían. La cara parecía como fundida y achicada, pues la nariz afilada y las sienes hundidas dibujaban duramente sus líneas, y los párpados cerrados le daban una expresión de augusta calma y revelaban una belleza desaparecida hacía mucho tiempo.

Entonces se mezclan poco a poco las claras batidas a punto de merengue y 150 gramos de almendra hecha polvo, 500 gramos de harina tamizada y 250 de manteca fundida con 300 gramos de frutas escarchadas, picadas a cuadraditos.

El influjo civilizador, la preponderancia política de esta gran nación, en todo el auge ahora de su fortuna, riqueza, prosperidad y brío, han difundido y acrecentado la gloria del poeta amadísimo entre cuantas naciones pueblan la faz de la tierra. ¿Qué podré yo añadir a las alabanzas de Shakspeare dadas en Alemania por Wieland, ambos Schlegel, Lessing y tantos otros críticos y poetas, que le aclaman el príncipe de los dramáticos y la fuente de inspiración de donde ha surgido el genio de la moderna y hermosa poesía alemana? ¿Cómo hablar, cómo escribir de Shakspeare después del encomio hecho por Víctor Hugo, ciclópeo monumento, serie de ditirambos desaforados, estatua colosal, fundida en una imaginación de fuego por un entusiasmo que raya en delirio, y abrillantada y retocada después por un cincel de diamante? ¿Cómo atreverme a desplegar los labios o a dejar correr la pluma, habiendo leído la apoteosis bellísima, el saludo sublime que Emerson envía a Shakspeare desde el otro lado del Atlántico?