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Reíase del flamante doctor, aunque con secreta envidia. Todavía no había alcanzado él la suspirada borla, pero se consolaba, porque él tenía también su corredor. Pasaba el tiempo. Míster Robert escribía imperturbable, abstraído en su tarea, como si estuviera solo. Quilito tiró el cigarro y se acostó en el sofá, bostezando.

Y este bulto acabado, mandó Inca Yupanqui que aquel señor que habia señalado por mayordomo del sol, que tomase el ídolo, el cual le tomó con muchas reverencias, y vistióle una camiseta muy ricamente tejida de oro y lana é de diversas labores, y púsole en la cabeza cierta atadura á uso y costumbre de ellos, y luego le puso una borla segun la del estado de los Señores, y encima della le puso una patena de oro, y en los piés le calzó unos zapatos, uxutas que ellos llaman, ansímismo de oro.

Y era una costumbre entre estos Señores, que cuando aquello así se hacia, el que la tal borla le ponia en la cabeza al otro, juntamente con ponérsela, le habia de nombrar el nombre, el cual habia de tener de allí adelante.

Inmediatamente se escuchan unos pasos; suenan cerrojos y cadenas; se abre la puerta y aparece el capitán envuelto en una bata que había sido verde esmeralda, luego fué verde malva y ahora era gris plomo. En los pies babuchas y en la cabeza un gorro de terciopelo negro con borla de seda. ¿Qué te ocurre, hija mía?

Decía que el gorro de dormir era una punta que atraía los atributos de la infidelidad conyugal. Pero aquella noche había tenido frío, y a falta de gorro de algodón o de hilo, se había cubierto con el que usaba de día, aquel gorro verde con larga borla de oro. Ana vio y oyó que en aquel traje grotesco Quintanar leía en voz alta, a la luz de un candelabro elástico clavado en la pared.

Me puse en «facha». Castro Pérez se caló una gorra de terciopelo verde bordada de oro, a manera de fez, con una gran borla que colgaba hacia atrás y se balanceaba como un péndulo. Mi hombre se compuso las gafas, y con las manos atrás, ocultas bajo los faldones de la pringosa levita, principió a pasearse, mientras yo, con el papel delante y lista la pluma, me disponía a escribir.

Espera un poco, tonta, mira qué buena noche está... hablemos aquí un poco.... Yo no tengo sueño; tiene razón Paco; hablemos dijo don Víctor, que había entrado en su cuarto y se había puesto las zapatillas y el gorro de borla de oro. ¿Cómo hablar? no señor..., a la cama.... Y Ana, coqueta sin querer, amenazó graciosa, provocativa, con cerrar las ventanas y las contraventanas....

En un salón encontró á Momaren, que acababa de despojarse de la vestidura de gran ceremonia, yendo simplemente con su toga de diario y el gorro de doctor. Este gorro, en vez de una borla llevaba cuatro, para dar á entender la magnitud sin límites de su sabiduría. Al ver á Flimnap sonrió protectoramente. Los altos señores del gobierno dijo están muy satisfechos de su discreción y su cordura.

Las piernas, enjutas y al descubierto bajo unos pantalones arremangados, tenían la piel fresca y tirante de los miembros vigorosos. La blusa, abierta sobre el pecho, dejaba ver una pelambrera gris, del mismo color que su cabeza, cubierta con una gorra negra recuerdo de su último viaje a Liverpool , con una borla encarnada en el vértice y ancha cinta a cuadritos blancos y rojos.

Los señores le rendieron gracias por ello é le rogaron que ansí lo hiciese é por ellos mirase; y el Inca les dijo que le dijesen á lo que venian, y que luego se volviesen, porque le hacian perder el tiempo. Y ellos le dijeron, que á lo que ellos allí habian venido, era á rogalle que les dijese que cuándo pensaba tomar la borla del Estado, porque les parecia que era ya tiempo; é que ellos querian dar órden é proveer los menesteres é cosas que para ello eran necesarias, é para la fiesta é ceremonias é ayunos que en tal caso ansí se habian de hacer.