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Actualizado: 5 de mayo de 2025
El rostro de éste expresó turbación y disgusto. Volvió la vista al otro lado y guardó silencio.
Sé sentó a cierta distancia de mí, guardó por algún tiempo un silencio sombrío, y después empezó a murmurar no sé qué entre dientes. «¿De qué se trata le dije , mi pobre Latour?» «Que pierda mi nombre continuó como si hablase solo , si no es Maugis, el infame, el execrable Maugis. ¿Se acuerda el señor de aquel aventurero que se presentó al general con falsos poderes, que aprovechó cobardemente para entregar al enemigo un destacamento considerable de los nuestros, y que se substrajo, desgraciadamente, por una pronta huida al castigo que merecía?» «He oído hablar de ese miserable, y creo, como tú, Latour, que se llamaba, efectivamente, Maugis, sea con la única intención de ocultar su verdadero nombre, sea por seguir la costumbre bastante rara de nuestros oficiales; pero, ¿a santo de qué?...» «¿A santo de qué? exclamó . Ese infernal Maugis, que yo hubiese reconocido entre mil, no es otro que el honrado Ferreol de Montbreuse, que usted ha visto hoy, y, sin temor a equivocarme, afirmaré que no hay otro Maugis. ¡Rabia y maldición! ¡Es una vergüenza para la Providencia ver gentes así gozar del aire y del sol!»
Don Bernardino guardó silencio. Pasó así algún tiempo. Mari Díaz seguía arrojando sobre Juan Montiño mirada tras de mirada, sonrisa tras de sonrisa, á vuelta de algunas frases de elogio á la Dorotea. Juan Montiño contestaba con otra frase, pero era tan económico y tan liso en sus contestaciones, que Mari Díaz se impacientaba.
Nuestro estudiante se sintió profundamente conmovido; guardó silencio un instante y no queriendo preguntar más porque adivinaba vagamente que algo terrible le querían comunicar, dijo únicamente: Bien, mañana por la mañana tomaré el tren mixto. Es inútil repuso Valle, después de vacilar un poco.
Al cabo, después de una larga pausa, Demetria dejó escapar un suspiro y como si saliese de un sueño exclamó: Bueno, Nolo: es hora ya de separarnos. No sé si tendré tiempo de ir á Lorío á despedirme de Flora y volver antes de la noche. Sí lo tienes. Mira; el sol está muy alto todavía. Demetria guardó silencio y permaneció inmóvil mirando por encima de la paredilla á las altas montañas de Mea.
Clementina guardó silencio, absorta sin duda en sus pensamientos. Colocada frente al espejo se dejó despojar del abrigo, contemplándose al propio tiempo con esa curiosidad eterna que las mujeres hermosas sienten por sí mismas. ¿Has estado en casa de Escolar? preguntó al cabo distraídamente. Sí, señora. ¿Qué ha dicho?
Es que... ¡hija de mi alma, tu desgracia es aún mucho mayor!... Gonzalo está enamorado de tu hermana. Cecilia se puso aún más pálida, hasta dar en lívida, y guardó silencio. Su madre le volvió a besar la mano con efusión. Después la trajo hacia sí y le cubrió de besos el rostro.
Don Mariano hizo un gesto de disgusto, exclamando: ¡Vaya por Dios, hijo, vaya por Dios!... Siento que te nos marches ahora... En fin, si es tu gusto... Ricardo guardó un silencio sombrío.
Quiero que la conserves como recuerdo de esta noche. Guardó silencio y se la anudó lentamente al cuello haciendo un lacito. Está bien dijo, al cabo, sonriendo ; pero cuando te vayas, estoy segura de que me irás llamando tonta. No te lo llamaré tal. Sí me lo llamarás..., y tendrás rasón... Di, ¿me lo llamarás? ¡No, mujer, no!
Pues no te guardo rencor: me has martirizado como los chicos martirizan á los pájaros, sin saber lo que hacen... Cuando llegó á mis oídos que no te trataba bien, que te hacía desprecios delante de la gente, me puse enfermo de rabia, como si fueses cosa propia, como si jamás me hubieses hecho nada malo.
Palabra del Dia
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