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Actualizado: 5 de junio de 2025
A Bonifacio aquel día con las glorias se le fueron las memorias; entregó cinco mil reales a Mochi, guardó los mil restantes con el presentimiento de no sabía qué gastos extraordinarios que tendrían que sobrevenir, y se dejó asfixiar moralmente, como él decía luego, por el incienso con que el tenor le pagó, por lo pronto, su generosidad caballeresca.
Guardó rumbos, pintó carácteres, observó astros, miró puntos, y, finalmente, la sacó con la perfeción que veremos mañana, porque los viernes está muda, y hoy, que lo es, nos ha de hacer esperar hasta mañana. En este tiempo podrá vuestra merced prevenirse de lo que querrá preguntar, que por esperiencia sé que dice verdad en cuanto responde.
¡De todos modos, D. Facundo!... Sí, sí, te concedo que esa mujer obra mal; pero bien examinadas y bien pesadas todas las circunstancias, no es tan perversa, de seguro, como tú te imaginas. Miguel guardó silencio y se puso a meditar sobre las palabras de Hojeda, mientras caminaban emparejados hacia el centro de la villa.
Clara se puso como la grana; su primer pensamiento fué romper la carta; pero le ocurrió que podía ser de Lázaro. Tal vez el pobre muchacho se había decidido á escribirle, no pudiendo verla, y se valió del abate, que era sin duda su amigo. Guardó en el seno la carta, y esperó. La devota no tardó en venir, y se sentó junto á ella.
Nuestro joven se asustó un poco y pidió perdón con labio balbuciente: no porque creyese que había cometido ninguna profanación; pero temía que aquélla, poseída de su papel de «alma hermosa, inmaculada,» tardase demasiado en ceder a sus instancias. Guardó silencio obstinado la dama, en la actitud firme e imponente de una deidad herida.
El Magistral dio dos vueltas por el despacho y en una de ellas cogió disimuladamente la carta de la Regenta y la guardó en un bolsillo interior, debajo de la sotana. Adiós, madre; voy a dar los días al señor de Carraspique. ¿Tan temprano? Sí, porque después se llena aquello de visitas y tengo que hablarle a solas. ¿No la lees? ¿Qué he de leer? Esa carta. Luego, en la calle; no será urgente.
De todos modos, a fin de precaverle contra el peligro de que don Paco no gustase de ser desengañado, y de que en un instante de celosa locura llegase al extremo de apelar al garrote, don Andrés, que de ordinario no llevaba armas, tomó un pequeño revólver de seis tiros y se lo guardó en la faltriquera.
¡Que si le he tomado cariño!... Mira, no me iría a vivir a la casa más hermosa de Estrasburgo aun cuando me dieran dos mil libras de renta. Hace veintitrés años que guardo aquí mis mercancías: azúcar, café, pólvora, tabaco, aguardiente; todo se mete ahí. Tengo ocho caballerías siempre de camino. Pero no disfrutas de nada.
Yo me encuentro muy retebién aquí. Guardó silencio la joven y bajó los ojos, dudando qué partido tomar. Pero al levantarlos vió pintada en el rostro de las jóvenes presentes una sonrisa de burla. Su orgullo se embraveció súbito con tan cruel espuela. Alzó la cabeza de un modo arrogante y dijo con voz firme: Está bien. Quede usted con Dios, y gracias por la galantería.
Recogió los papeles, los guardó cuidadosamente en lo interior de su ropilla y en sus bolsillos el aderezo de su madre. Luego dijo levantando los ojos hacia el cocinero mayor: Señor Francisco Montiño, me pesa mucho el no poder seguir llamándoos tío; pero no lo sois y me veo obligado á tener paciencia. ¡Obligado á tener paciencia, Dios de bondad, y os encontráis casi un príncipe!
Palabra del Dia
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