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Actualizado: 5 de junio de 2025
Ya sabía yo dijo el soldado que la acometida alegre del perro no pudiera ser sino por la llegada de la hermosísima María; él paga con sus fiestas y escarceos sus obligaciones de agradecimiento, así como yo las guardo en lo más íntimo del corazón, para manifestarlas en tiempo que puedan ser de algún útil.
Sí respondió con voz ronca el bufón . Este pliego es el auto de libertad de tu amadísimo don Juan; este otro, el auto de libertad de don Francisco de Quevedo, que yo me guardo, porque importa que esté preso; y este otro pliego, es una orden para que tú puedas entrar en la torre de los Lujanes, donde está encerrado don Juan.
Casilda tembló como sacudida por aquel acento imperioso, y luego repuso: Sucede, señor, que muchos de estos caballeros que aquí vienen, acabada la visita, se juntan abajo en secreto, en una cuadra vecina de aquella en que yo guardo mi cofre; y encienden lumbre, y dicen palabras contra el Rey y hablan de levantar bandera. ¿Por quién sabes todo eso?
19 Mas ni aun Judá guardó los mandamientos del SE
El mediquillo de Guinobatan tenía para las funciones de herboristería un recetario, sacado de su propio caletre, recetario que de su puño y letra guardo una copia, como un tesoro, entre otros autógrafos de igual mérito.
Con esto, la buena anciana se levantó y guardó en una alacena el plato que Dolores había servido al lego, diciéndole: Aquí se lo guardo a usted para mañana, hermano Gabriel. Concluida la cena dieron gracias, quitándose los hombres los sombreros que siempre conservan puestos dentro de casa. Después del padrenuestro, dijo la tía María: Bendito sea el Señor, que nos da de comer sin merecerlo. Amén.
¡Bah! No lo crea V., mamá... En fin, a mí no me ha llegado aún la hora... Y mientras que me llegue, lo estoy pasando mal. Me sobra gran parte de la renta que tengo, y si no hago mal uso, no sé qué hacer de ella... Miguel guardó silencio un instante, y después de vacilar, dijo tímidamente: Si V. me lo permitiera, la partiría de buena gana con mi hermana...
Al cabo, sin dejar de examinarle con particular cuidado, articuló por lo bajo: Tienes razón, Andrés... En conciencia no puedo retenerte aquí... Andrés guardó silencio y concentró también lúgubremente su atención sobre la maltrecha planta. El cura fue el primero en levantar la cabeza. ¿Pero cómo diablo te has metido en esos enredijos?... Mucho me sorprende...
Absorbía el aroma de su aliento; sueño constante de mis sueños era; su hermosa imágen en mi sér vivia, y al sentir su contacto, de temor y placer me estremecia. Y guardo en mi memoria mil cantares que yo la oía, ó que escuché con ella; recuerdo con anhelo los lugares donde la ví una vez; y hasta las flores que su mano cuidaba, me han dejado recuerdo de su aroma y sus colores.
Vais á entrar en el alcázar y á hacer de modo que doña Clara Soldevilla reciba esta orden sin que pueda saber de dónde viene. ¡Cómo! ¡Lo quiero! Haces mal. Lo quiero. ¡Y cuenta con que doña Clara pueda ni aun por indicios sospechar! ¡Haces mal! repitió el bufón, y tomó la orden y la guardó suspirando. Ni Dorotea ni el bufón hablaron una palabra hasta que la litera llegó á las puertas del alcázar.
Palabra del Dia
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