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Ó te traigo las yemas esta noche, ó me tiro por la muralla. Y al día siguiente, cuando nadie pensaba en ello, se daba el guapo una palmada en la frente. ¡Caramba, qué cabeza la mía!... ¡Ya se me han olvidado otra vez las yemas de Soledad!... ¡Vive Dios! Pero ahora no se me olvidan; pueden ustedes estar seguros. Y sacaba el pañuelo y le hacía un nudo. Los tertulios reían.

Propúsole entonces Celestino Reguera comprar un marco antiguo, de plata cincelada, que procedente de cierta casa ducal muy conocida, estaba de venta en la Exposición de arte retrospectivo. Currita se dio una palmada en la frente. ¡Tonta de ! dijo . Si no se necesita; si tengo yo aquí mismo, en casa, al alcance de la mano, algo mejor y mas rico que cuanto pudieran ofrecerme.

¡Bienvenido, primo mío! exclamó acercándose y dándome una palmada en el hombro, sin cesar de reírse. Muy disculpable es mi sorpresa, porque no todos los días ve un hombre su propia imagen contemplándole frente a frente. ¿Verdad, señores? Espero no haber incurrido en el desagrado de Vuestra Majestad... comencé a decir. ¡No, a fe mía!

La Baronesa dio una palmada y exclamó: ¡Eso es lo que yo he dicho desde el principio! El comisario, a una señal del juez, se puso a buscar. Pocos muebles había en el cuarto de la muerta. La cama, un ropero con espejo, una cómoda, un pequeño escritorio colocado contra la ventana, en plena luz, y en un ángulo una mesita de trabajo, era todo lo que formaba el menaje.

Bien sabe usted á quien aludo dijo Claudio, dándole una palmada en el hombro con llaneza y confianza; pero como usted está tan orgulloso con ser novio de esa joven, se da usted ese tono. ¡Oh! no replicó el sobrino de Coletilla avergonzado. La verdad es que no quién es esa persona que usted dice.

La joven dormía profundamente, y en su boca, entreabierta por el sueño, lucia una sonrisa de deleite. Dejémosla dormir dijo el duque de Osuna , y entretanto dispongámoslo todo para apartarla de aquí. Y bajó, abrió una reja y dió una palmada. Acudió un hombre. ¿Eres , Díaz? dijo el duque. , excelentísimo señor. ¿Sabe alguien quién es la dama que está conmigo en esta casa?

; parece un niño o una niña que se queja, contestó la nodriza. Y debe ser muy cerca. Fortuna gruñó de un modo amenazador y se acercó más a su amo, con el pelo del lomo erizado y enseñando sus blancos colmillos. Calla, Fortuna, calla, le dijo Juanito, dándole una palmada en la cabeza y mirando al mismo tiempo a la niña mendiga que lloraba amargamente.

De la palmada que aplicó al gorro, se lo hundió hasta los ojos. Pero, Bernardino, esto no es posible, ¿qué va a ser de nosotros? exclamó la señora sintiendo venir las lágrimas. ¿Qué? refugiarse en el Frigal y allí estarse hasta que el temporal amainara; ya vendrían tiempos mejores.

Los dos, antes de tomar su arma, se habían quitado el sombrero, entregándolo á uno de los padrinos. Colocándose el marqués entre ambos, sacó un papel y empezó á leerlo con grave lentitud. «...Segundo. El director del combate dará tres palmadas, y los combatientes podrán apuntar y hacer fuego á voluntad entre la primera y la tercera palmada.» «Tercero.

Sonó luego una palmada, después un tiro... Velarde dio un salto atroz y un alarido horrible, y árboles, montes, tierra y firmamento giraron bruscamente derrumbándose sobre él para aplastarle: cególe después una nube de sangre, luego otra negra, y después nada... nada más vio en la tierra...