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Merece cuidarse la casa prosiguió Sardiola , porque la tenía como una taza de plata aquella bendita Doña Armanda... muy bien alhajada, y muy capaz.... Y ahora que se me ocurre exclamó dándose fiera palmada en la frente . Señorita.... ¿por qué no va usted a verla? Yo se lo diré a Engracia... nos la enseñará toda... ea, decídase usted. No contestó débilmente Lucia para qué....

Pero hija, Curra, ¿sabes?... Que abran esa ventana; si huele aquí a chamusquina, a cuerno quemado... Pues nada, hombre; un pincel viejo que tiré en la chimenea... Vamos, dejemos ya eso. ¿Has visto a Lilí?... Villamelón dio una gran palmada. ¡Mujer!... Se me olvidó... ¿Pues no te dije que fueras a verla? gritó Currita muy colérica. Pues, nada, hija, se me olvidó... ¿Qué vamos a hacerle?...

El duque tiró de ella, llegó al postigo, tomó la llave de la parte de adentro, la puso por la parte de afuera, cerró, guardó la llave y se alejó con Esperanza. A la revuelta de la primera calle, el duque dió una palmada. Acercaron una ancha silla de manos, y Esperanza y el duque entraron en ella. La silla se puso inmediatamente en movimiento. Esperanza guardaba silencio; el duque meditaba.

Ocupólo este entonces con la mayor frescura y dando una gran palmada en el muslo a Villamelón, díjole tal atrocidad, relativa a su entripado, que Jacobo y Leopoldina se miraron espontáneamente, como quien dice: «¡Animal!». Currita, muy enfadada, dijo: ¡Jesús, hombre, qué cosas tienes!... ¡Eres shoking, shoking, de veras!

¡Delicioso! exclamaba encantada Currita . Mira, Fernandito, parece un cuadro de Meissonnier. Los premios, sin embargo, no aparecían por ninguna parte, y Paquito se encogía de hombros, asegurando ignorar dónde los había puesto. ¡Tonto! gritó Lilí, dándole una palmada , si los dejaste abajo...

Tenía que decir a usted no qué indicó Gracián algo confuso; mas dándose una palmada en la frente añadió : ¡Ah! ya me acuerdo.... Tengo aquí la apuntación. Un caballero amigo mío, mejor dicho, conocido, desea hablar con usted. Lo conocí en casa de Doña Genara. ¡En su casa! exclamó Navarro poniéndose más verde, y clavando las uñas en los brazos del sillón.

Si Byron cruzara hoy las calles con el traje estrecho de brin, polainas y anteojos verdes, con que nos lo pinta Lady Blessingthon, que lo vio en Venecia, no sería mayor nuestro desencanto que el de nuestra compatriota, que no tuvo más recurso que dar un adiós a Edda, desvanecida... en la forma de una palmada en la mejilla de Pombo... Pombo es feo, atrozmente feo.

Y aquí, que sin saber cómo, se siente inspirado, ve lo que ántes no veia, y olvidándose de que estaba en la mesa del rey, da sobre ella una palmada, exclamando: «Esto es concluyente contra los maniqueos!....» La meditacion.

Se hallaron dos pistolas de arzón que, muy cargadas, habían de levantar mucho y enviar la bala harto lejos del punto de mira. Se concertó que los combatientes se colocasen a cuarenta y cinco pasos de distancia. Al dar una palmada podrían marchar ambos, el uno contra el otro, hasta que sólo quince pasos los separasen. Durante la marcha cada uno podía tirar cuando quisiera.

Llamado al orden Marimón, contestó, dando una palmada sobre la tribuna: Nada de gritos, ilustrísimo señor, que respetos guardan respetos, y si su señoría vuelve a gritarme, yo tengo pulmón más fuerte y le sacaré ventaja . En uno de los volúmenes de Papeles varios de la Biblioteca de Lima se encuentran un opúsculo del padre agonizante Durán, una carta del obispo fray Pedro Ángel de Espiñeyra, el decreto de Amat y una réplica de Marimón, así como el sermón que pronunció éste en las exequias del padre Pachi, muerto en olor de santidad.