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Hombres secos y taciturnos, de afeitada boca monástica y aludo sombrero, contemplaban el desfile de los señores, apoyados en sus varas de respeto o en el cogote de los borricos. Las mujeres hablaban alegremente. Las más acaudaladas traían mandiles de relumbrón, y casi todas, collares de coral, pendientes mudéjares y plateadas cruces y medallas que semejaban ex-votos de camarín.

Dice así el pasaje a que aludo: «Todo cambia, todo se renueva, y hay mil pequeñeces, una expresión, una prenda de vestir, una moda de tocado que denotan al punto la edad de la persona que las usa; y por más que el abate Delille la recomiende, me parece, por ejemplo, de mal gusto la costumbre de aplastar en el plato la cáscara de un huevo pasado por agua, costumbre calificada ya por el vizconde de Marenne, en su libro sobre la Elegancia, publicado hace años, de absurda y ridícula

Antes de hablar de las cosas grandes que hay dentro, diré dos palabras de una cosa muy bella que hay fuera, en lo alto del edificio, recibiendo la luz del sol y de las estrellas. Aludo á la media naranja de los Inválidos.

Al decir esto aludo a la aldea de Raveloe y a las parroquias que se le parecían, porque la vida de nuestros antiguos campesinos presentaba aspectos diferentes.

Y ahora que hablamos de semejantes ciudades, bueno será que, para concluir, busquemos en su seno cierto interesantísimo tipo que desde el exordio os tengo anunciado. Aludo á la emparedada, último ejemplar de esta galería. Todos ellos representan por igual la aristocracia del vecindario.

Y conste que no aludo a las maravillas que presenta a nuestra vista, a la gracia aérea de la Taglioni, al encanto delicioso de las Elssler, ni al poderoso talento de Nourrit, Talma de la tragedia lírica; no hablo de los magníficos acordes de Meyerbeer, orgullo de Alemania, ni de los ingeniosos e inagotables cantos de Auber, el primero de nuestros compositores, si no tuviera la desgracia de ser nuestro compatriota.

Trajineros que dejaban en el patio el macho y el botijo, labradores del valle que entraban secándose con todo el brazo el sudor de la frente, zapateros, olleros, caldereros y tejedores del arrabal. Ramiro cruzaba también las piernas sobre el esparto, y pidiendo cualquier golosina, poníase a observar por debajo del aludo sombrero.

La barba a medio crecer, la palidez del semblante, las botas de camino, el aludo sombrero, el largo espadón y sus raídas y polvorientas ropas, dábanle toda la traza de algún soldado de Flandes, salido apenas del hospital de Santa Cruz. Aquella existencia ignorada, sin vanidad ni pasión, fuele sumergiendo en un estado semejante a la placidez de las convalecencias.

El árbol a que aludo, cuya sola corteza está armada verticalmente, con todas las proporciones que tenia el tronco en su selva del Nuevo Mundo, es el representante de esa fuerza exuberante, salvaje y asombrosa que distingue á la naturaleza americana. El tronco tiene todo el aspecto de una torre sin molduras, y es tan enorme que de él solo saldría el casco entero de un bergantin.

Bien sabe usted á quien aludo dijo Claudio, dándole una palmada en el hombro con llaneza y confianza; pero como usted está tan orgulloso con ser novio de esa joven, se da usted ese tono. ¡Oh! no replicó el sobrino de Coletilla avergonzado. La verdad es que no quién es esa persona que usted dice.