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Solamente entonces supe que la Bonnetable no se ha consolado todavía de su situación de solterona, debida a su carácter irascible y desagradable. «En los tiempos en que tenía pretensionessegún su expresión, se dice que puso en fuga a cinco pretendientes; los cinco habían estado muy enamorados del dote, que era bueno, pero nunca pudieron resignarse a casarse con la mujer.

El silencio, un terrible silencio de plomo se extendió como por encanto por el salón. La Bonnetable tomó la actitud de una persona gravemente ultrajada y la de Dumais, aplastada en su butaca, no tuvo siquiera el recurso de decir como de costumbre: ¡Oh! Francisca...

Es modesto para la señorita de Brenay que quiere hacer una vida de 10.000 afirmó la Bonnetable con bastante razón esta vez. No se comprenden semejantes exigencias... Su cocinera dijo una vez a la mía... Si escucha usted los chismes de las criadas dijo la abuela, no oirá nada serio...

Es un desagradable acontecimiento para esa buena señora de Courtin... ¡Buena!... ¡Buena!... replicó la Bonnetable, ya a la defensiva. Si lo que se dice es verdad, la de Courtin no tiene nada de buena... Me asombra usted exclamó la de Dumais. Figúrense ustedes, señoras... La señora y la señorita Aimont anunció Celestina en este momento.

¿No hay ningún matrimonio en el horizonte? preguntó la de Aimont queriendo llevar la conversación a su asunto favorito. Ni uno respondió la Bonnetable en tono contundente. Sin embargo insinuó la Sarcicourt, ¿no se habla del matrimonio de la señorita de Brenay con el capitán Bellortet? ¡Qué disparate! exclamó la Bonnetable. La chica de Brenay no puede encontrar un marido serio...

Dio un adiós bastante seco a la abuela, nos volvió la espalda a Francisca y a y apenas estuvo política con las otras personas que allí estaban. ¡Uf! murmuró Francisca en cuanto se cerró la puerta después de dar salida a la dulce señorita Bonnetable. ¡Qué solterona!

En todo caso añadió la Bonnetable más y más ofendida por la oposición de la abuela, la de Brenay es ridícula y su hija también... ¡Oh! protestaron las señoras en coro. Eso se llama ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio dijo Francisca a media voz. , son ridículas, lo mantengo replicó la Bonnetable, dispuesta esta vez a dar la cabeza, si era preciso, para sostener su opinión.

Mi inocencia no sospechó del señor de Baurepois, el cual no me parecía de la madera de que se hacen los maridos. En casa de la Bonnetable, olvidada ya de su enfado, esperé en vano al señor en honor del cual me había puesto mi traje azul y el sombrero cuya pluma, etc. En casa de la señora de Ribert, ni sombra de pretendiente. En casa de la Roubinet, nada más que un diluvio de flores de retórica.

El amor a los chismes no es solamente un defecto de solterona, sino la pasión de todas las mujeres desocupadas y frívolas. En cuanto al carácter de la Bonnetable, debe ciertamente de encontrarse en mujeres casadas. Conozco algunas, por mi parte, que no dejan nada que desear en cuanto al órgano, al gesto y a la manía del mando.

Por la tarde han venido a vernos todas nuestras amigas, con gran satisfacción de Celestina, orgullosa de ver tanta gente. Hay aquí más visitas que en casa del alcalde decía. Francisca ha estado a punto de tener otro pique con la Bonnetable, a la que se obstina en contrariar en todo; pero la abuela lo ha evitado dos veces, cortando la palabra a la incorregible niña mimada.