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Le digo á usted que no quien es ese hombre; que hoy ha entrado aquí á preguntar por usted. Yo no quién es ni me he ocupado nunca de semejante persona. Hipócrita, ¿piensas que creo en tu aire de mosquita muerta? Fíese usted de las niñas apocaditas. Pero tus travesuras se concluirán, Clara. Ya no comprometerás otra vez mi reposo como hoy.

Dio al sobrino manotadas en los hombros y en las rodillas; gastó chanzas, quiso aconsejarle como se aconseja a un niño que escoge entre juguetes; y por último, tras de referir varios chascarrillos adecuados al asunto y contados en dialecto, acabó por declarar que a las demás chicas les daría algo al contraer matrimonio, pero que a Nucha... como esperaba heredar lo de su tía.... Los tiempos estaban malos, abofé.... Luego, encarándose con el marqués, le interrogó: ¿Y qué dice esa mosquita muerta de Nucha, vamos a ver?

A Dios gracias tengo buenas relaciones en la prensa y ya verá usted la mosquita que le haré poner al señor contador... ¡Ya verá usted y se reirá!... ¿Y no sabe cuándo vendrá el tan célebre expediente? No, señora..., ¡no puedo decirle nada al respecto! La señora se sonríe y exclama, por si acaso, como quien tira un anzuelo por si pica.

Parecía imposible que de los Luna, tan tranquilos y formalotes, hubiese podido salir una muchacha con redaños bastantes para escapar a ese Madrid, donde nunca había estado, juntándose con su hombre, sin miedo a Dios y a las gentes. ¿A quién podía parecérsele la mosquita muerta?

Y miren la otra, la mosquita muerta, con su cara de Niño Jesús y su fama de virtud. ; santidades a cuarto; véase la clase. Te aseguro que el día en que esto estalle y haya la gran tragedia, será el día más feliz de mi vida. ¿Pues qué cree ese? ¿Que se puede engañar, y engañar, y engañar siempre, y burlarse de los pobres maridos?

Mi primo no es lo que parece; no es una mosquita muerta, sino un pillo muy largo, que si le dan el pie se toma la mano.... ¡Anda! pues si no anduviese yo con ojo, no adonde hubiera parado con la marcha que llevaba.... ¿Sabes que estaba empeñado en que le regalase mis ligas? ¡Jesús! exclamó la niña de Calderón riendo.

Hablaron un buen rato en la entrada del mercadillo, sin fijarse en miradas maliciosas ni darse cuenta de los rudos encontronazos de la multitud; él la cargaba con el ramo más hermoso que veía, seguíala en su correteo por el Mercado, de puesto en puesto, y después la acompañaba hasta su casa, lentamente, saludando a los vecinos de los pisos bajos, que consideraban a Juanito como un conocido y se hacían lenguas, especialmente las mujeres, del «gancho» de la costurerilla, una mosquita muerta que había sabido «pescar» un novio rico, según aseguraban los mejor informados de la calle.

¿Pues yo qué hecho? dijo, remedándola con gesto grotesco, Salomé. Miren la hipócrita, ¡qué monstruo, Dios mío! Paula, no te asustes añadió, acercándose á la cama; no nos des un nuevo disgusto. Ya sabemos qué clase de persona hemos recibido en nuestra casa. Todo se ha descubierto, niña continuó Paz Ya no nos engañará usted más con su cara de mosquita muerta. Pero ¡qué atrevimiento, qué iniquidad!

Para todos es una mosquita muerta... pero en casa, yo te aseguro, hija, que está demasiado viva y que pica mejor que un alacrán... Mira añadió remangándose los brazos, nadie creerá que él es quien me ha hecho estos cardenales... Pero ¿te pega? exclamó Paca con asombro. Á lo señorito, ¿sabes?