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Prosiguió en busca de esta ciudad, y otros indios mas bárbaros lo mataron: aunque otros dicen que los mismos que lo guiaban por codicia de los abalorios que llevaba para ganar la voluntad de los que encontraba. Eran su escolta y su guia unos pobres indios traidores, como lo son de génio.

Si se entusiasmaba hablando de sus marchitos laureles, abría las arcas, abría los armarios, y seda, galones y plumas, abalorios y cintajos en mezcla de colores chillones saltaban a la alfombra, y en aquel mar de recuerdos de trapo perdía la cabeza Quintanar.

Esta mañana se les diò de comer á los indios, y le entregué al que trajo la carta otras, para que llevase al Rio Negro al Señor D. Francisco de Viedma, d ndole noticia de mi arribo: asi para que hiciesen esta diligencia como por la buena armonía, fueron todos regalados con aguardiente, porotos, bizcocho, harina y abalorios, y las doce del dia se pusieron en camino para sus toldos, y el que llevaba la carta dice que en derechura pasará al Rio Negro entregarla.

Porque se hacia la cuenta, que con abalorios que llevaba, podria comprar caballos de los indios, y cautivarles voluntades; pero como no esperaba conseguir licencia para practicar esta especie, trató de volverse al puerto en otras cuatro jornadas.

A las ocho de la mañana vinieron los indios á que les comprase los caballos, de lo que me escusè, esforz ndolos á que fuesen á venderlos al establecimiento del Rio Negro; pero no fuè posible porque dicen tienen los caballos cansados, y que est lejos, por cuyo motivo querian volverse. En esta suposicion se les regalò aguardiente, harina, bizcochos, porotos y abalorios.

Ripamilán, que tenía los ojillos como dos abalorios, gritaba: ¡Fuera ese iconoclasta! ¡Las hortalizas, las hortalizas! ¿Eso quiere decir que a V. E., señor Marqués, la religión, el arte y la historia le importan menos que un rábano? ¡Bravo, paisano! gritó don Víctor, en pie, con una copa de Champaña en la mano.

Gastan y quieren mucho los abalorios, cuentas de cualesquiera calidad y cascabeles, con los que hacen gargantillas en pescuezo, muñecas y piernas, tanto las mugeres como los indios. Su comida se reduce á comer yegua, caballo, avestruces, venado y cuanto animal encuentran, pero lo que mas apetecen es la yegua, y si se ven afligidos, la comen cruda.

Esperáronle desde el día 27 de Mayo; y en esta demora, para ganar la voluntad del pueblo, se les repartieron treinta cuñas á los indios, que es lo que más aprecian, y á las indias muchos abalorios, con que todos quedaron contentos, así infieles como los Padres y los cristianos Chiquitos, bien que entre ellos no faltó quien alcanzase el fingimiento de los bárbaros.

Esta experiencia demuestra la importancia de poner en las guardias, ó pueblos que se establezcan, sugetos de afabilidad, talento y juicio para tratar con los indios y que á cambio de abalorios y otros efectos que no nos perjudiquen, se introduzca con ellos comercio de sus propios frutos; como son pieles de liebre, zorrillo, guanaco, y guaracha, riendas, plumeros, ponchos y otros efectos de que abundan: por estos medios con utilidad propia vamos conciliando y adquiriendo su amistad como lo hacen y logran los franceses.

El vestido era negro, hábito de los Dolores, con una correa de charol muy ancha y escudo de plata chillón, ostentoso, en la manga, ceñida a la muñeca de gañán con presillas de abalorios. Estaba sentada delante de un escritorio de armario con figuras chinescas, doradas, incrustadas en la madera negra. Se levantó, abrazó a la Regenta y besó la mano del Magistral.