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Santorcaz, al oír esto, se desternillaba de risa, haciendo subir de punto con sus irreverentes manifestaciones el enfado de D. Santiago Fernández, el cual, dando una fuerte puñada en la mesa, continuó así: ¿Qué valen todos los generales de hoy, ni los emperadores todos, comparados con el marqués de Sarriá?

¡No faltaba más, sobrinos!, no faltaba más sino que os parezca asunto de risa tan descarada insolencia, tal desprecio de las gentes. ¡Reíos, reíos!, ya veremos si se reirá también tu recomendado. Dijo, y se salió de la pieza tan denodadamente como en ella había entrado, con dirección a la policía. Rita se desternillaba de risa.

Padilla se desternillaba de risa, y Maxi observaba con atención simpática. «Pero es preciso que me ayudéis. , Padilla, que le conoces, sales, te haces el encontradizo, le hablas de literatura dramática, le entretienes un rato volviéndole la cara para allá; y entretanto, yo, con muchísimo disimulo, me escurro pegado a la pared, en el momento en que baja el bramante con el dulce.

Cuando de nuevo se unieron a los excursionistas, Elena, arrastrada por su humor alegre y travieso, hizo a Núñez la confianza de decirle la verdad. El pintor se desternillaba de risa y no dejó de hacer comentarios muy sabrosos, consiguiendo con ello ponerla de buen humor. En realidad, Barragán había logrado interesarle mucho desde que le viera.

Gonzalo se desternillaba de risa, sin comprender que es peligroso que los maridos rían demasiado los chistes de sus mujeres. La vida que hacían era harto sedentaria. A Ventura no le gustaba salir de casa. El sol le producía dolor de cabeza; el fresco de la tarde le irritaba la garganta. Cuidaba del aliño de su persona, y variaba de trajes lo mismo que si se hallase en Madrid.

¡No, no; sin querer! ¡Qué risa, hija mía, qué risa...! El carretero pensó que nos había pasado algo y vino asustado, pero al vernos reír de tan buena gana soltó también la carcajada como un tonto... Allá le levantamos como pudimos. El buen hombre dijo que si quería podía amarrarle para que no se cayese. Este aceptó en seguida y se dejó amarrar como un santo. Yo me desternillaba de risa...

Ya he caído en la cuenta le dije ; ese general es el que quiera esa renegada Gaviota que sea su padre. De muchas iniquidades había yo oído hablar; de muertes, robos, hasta de piratas; pero eso de renegar de su padre, en mi vida he oído otra. Nicolás se desternillaba de risa; por lo visto, esa indiniá no les coge allá de susto.

No sólo gozaba en las óperas cantadas por los primeros artistas y representadas con un lujo que ella no había soñado, sino que tanto, y aun sospecho que más, le placían las piezas en uno o dos actos que se hacían en los teatros por horas. Se desternillaba de risa con los chistes y los gestos de los actores. Como casi todas las andaluzas, tenía muy afinado el sentido de lo cómico.

La generala, a cada nuevo equívoco o reticencia, mostraba mayor alegría, se desternillaba de risa y daba pie con sus ingeniosas y picarescas respuestas a que el joven se engolfase cada vez más adentro. Ya no pensó más en cambiar de sitio; se encontraba admirablemente a los pies de Lucía. La generala quería averiguar quién era la máscara que tantas y tantas buenas cosas sabía.