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Actualizado: 20 de julio de 2025


No me atrevía a sacar ninguna; pero la patrona que tenía en Santiago me convenció de que, atando un bramante a la muela y sujetándolo por el otro cabo al techo, poco a poco iba saliendo sin dolor. Me senté en una silla, ¿sabe usted? y cuando ya la muela estaba bien amarrada, la huéspeda tira de la silla y me deja colgando. ¡Claro, no tenía más remedio que saltar!...

Unos, apenas caminaban dos pasos, caían redondos, derramando un chorro de sangre por la herida zurcida con bramante. Era la muerte instantánea al recobrar las entrañas su posición. Otros manteníanse fuertes por los secretos recursos del vigor animal, y los mozos, después del «arreglo», los llevaban al «barnizaje», inundando sus patas y vientres con violentas abluciones de cubos de agua.

Protegían sus piernas recias polainas de cuero, abrochadas con hebillaje hasta el muslo; sobre la ingle derecha flotaba la red de bramante de un repleto morral, y en el hombro izquierdo descansaba una escopeta moderna, de dos cañones.

Chisco llevaba una escopetona de pistón con anchas abrazaderas reforzadas con bramante encerado sobre el larguísimo cañón roñoso, un cuerno para la pólvora y una bolsa de badana verde para el perdigón y las postas que iban mezcladas con él.

Por un ochavo le daba la rosquillera, en ferias y romerías, caramelos de alfeñique o rosquillas bastantes; por un ochavo le vendían bramante suficiente para el trompo, y le surtía el cohetero de pólvora en cantidad con que hacer regueritos; por un ochavo se procuraba tiras de mistos de cartón, groseras aleluyas impresas en papel amarillo, gallos de barro con un pito en parte no muy decorosa.

«¿Aquí no nos ve nadie?... preguntó receloso mirando a las paredes y a la puerta. Nadie. Porque si me guipan...». Y sacó del bolsillo un objeto cilíndrico, largo, como de media tercia, de dos pulgadas de diámetro. Era un canuto fuertemente liado con bramante. «¿Qué es eso? Un petardo. ¡Ah!, ¿eso que estalla? exclamó Isidora con espanto . ¡Y va a estallar aquí!...

Por sugestión del excelente don Amaranto, me había acostumbrado a tomar las diversas casas de huéspedes, por donde transité, al modo de tiendas, con sus existencias, tal cual abastecidas de dramas individuales, metido cada cual en su paquete y cuidadosamente atados con bramante. No había sino desatar el bramante y desenrollar el paquete.

Palabra del Dia

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