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En recuerdo de la patria lejana, habíanse ceñido pañuelos a guisa de turbantes alrededor de sus purpúreos gorros, y otros más vistosos como fajas en torno a los riñones. Danzaban puestos en fila, con grandes contoneos de caderas y vientres. Sus hembras manteníanse aparte, como hijas de un pueblo en el que la mujer vive aislada, sin participación en los regocijos públicos.

Estando de esta suerte apoderados Los Incas, los Pizarros allegaron, Y siendo del Perù bien enterados, La tierra en breve tiempo conquistaron. Los Guaranís sus dientes acerados Alegres con tal nueva aparejaron, Pensando que hartarian sus vientres fieros, De la sangre de aquellos caballeros.

Eran viejas con mantilla y los pies descalzos; mozuelas vistiendo trajes blancos que habían sido destinados a servirlas de mortaja; mujeres que caminaban trabajosamente, como si arrastrasen sus vientres hinchados por ocultos y dolorosos desarreglos; todo un batallón de humanidad doliente escapada de la muerte por bondad del Señor del Gran Poder y su Santísima Madre, caminando detrás de sus imágenes para cumplir una promesa.

Atravesó suburbios poblados por gente de raza africana, en los cuales el sonido de la trompa hacía asomar a las puertas unas negras enormes, tetudas, encorvadas por el volumen de sus vientres colgantes, y hacía correr tras de las ruedas un sinnúmero de pequeños diablos desnudos, con la cabeza como una bola de estopa aceitosa, y ostentando en mitad de su abdomen el ombligo en relieve igual a un botón.

Sentados en los mullidos sillones del salón, encontrábanse como en la gloria, sacando hacia fuera los rellenos vientres, que hervían como calderas al fuego de la digestión, y sintiendo subir al cerebro un humillo tenue que al pasar por los ojos tomaba un delicioso tinte rosa. Don Juan dábase cariñosas palmaditas en el vientre.

Unos, apenas caminaban dos pasos, caían redondos, derramando un chorro de sangre por la herida zurcida con bramante. Era la muerte instantánea al recobrar las entrañas su posición. Otros manteníanse fuertes por los secretos recursos del vigor animal, y los mozos, después del «arreglo», los llevaban al «barnizaje», inundando sus patas y vientres con violentas abluciones de cubos de agua.

Es en la plaza de toros donde el pueblo español ofrece mas caprichos en su tipo moral. ¡Singular fenómeno! ese pueblo no tiene nada de inhumano en el fondo, ni ama las iniquidades sangrientas; y sin embargo no siente la mas leve impresion de disgusto al ver tantos actos de tortura, tantos vientres destrozados y tantos cadáveres!

Sacamos los vientres, recogimos la sangre, y a puros jergones los medio chamuscamos en el corral; de suerte, que cuando vinieron los amos, ya estaba hecho, aunque mal, si no eran los vientres, que no estaban acabadas de hacer las morcillas; y no por falta de prisa, que, en verdad, que por no detenernos las habíamos dejado la mitad de lo que ellas tenían dentro.

La tripulación, cinco hombres y un muchacho, cenó después de la maniobra de salida, y una vez rebañado el humeante caldero, en el que hundían su mendrugo con marinera fraternidad desde el patrón al grumete, desaparecieron por la escotilla todos los libres de servicio, para reposar sobre la dura colchoneta, con los vientres hinchados de vino y zumo de sandía.

11 A los cuales es preciso tapar la boca; que trastornan casas enteras; enseñando lo que no conviene, por ganancia deshonesta. 12 Dijo uno de ellos, su propio profeta: Los cretenses, siempre mentirosos, malas bestias, vientres perezosos. 13 Este testimonio es verdadero; por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe,