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Actualizado: 3 de junio de 2025
Ya no gustaban de la sociedad de los «latinos» acampados en la proa. Encontrábanse desorientados entre los españoles, italianos y árabes, demasiado gritadores e ininteligibles para ellos. Preferían los hércules silenciosos, las mujeres pelirrojas, con faldas cortas de bailarina, botines altos y un pañuelo escarlata en forma de tejadillo sobre los ojos pobres de cejas.
Era esta tía la baronesa de Montauron, por su familia Odón de Pierrepont; cifraba en su apellido el más grande orgullo y era viuda y sin hijos, circunstancia que no la entristecía, puesto que, merced a ella, proponíase disponer a su muerte en favor de su sobrino, de los cuantiosos bienes que heredara de su difunto marido, dando por esta combinación nuevo brillo a los un tanto deslustrados blasones de su casa, porque sin que pudiera estrictamente decirse que los Pierrepont se hallasen arruinados, encontrábanse, de dos generaciones atrás, en menos que mediano estado de fortuna, sobre toda si se considera cuán grandes son las exigencias de la vida al uso de los tiempos que alcanzamos.
Sentados en los mullidos sillones del salón, encontrábanse como en la gloria, sacando hacia fuera los rellenos vientres, que hervían como calderas al fuego de la digestión, y sintiendo subir al cerebro un humillo tenue que al pasar por los ojos tomaba un delicioso tinte rosa. Don Juan dábase cariñosas palmaditas en el vientre.
En ciertos sitios de la sierra encontrábanse poblaciones abandonadas, con las casas desplomándose, como si por ellas hubiese pasado una epidemia. El vecindario había huido lejos, en busca de la servidumbre del jornal, viendo convertirse en dehesa de un rico influyente los terrenos públicos que daban el pan a sus familias.
Isidora daba un chillido; después reían los dos. Miquis cantaba trozos de ópera, corrían un poco; escondíase él tras las espesas matas de aligustre, para que ella le buscase; encontrábanse fácilmente; se cogían las manos; se sentaban de nuevo; charlaban, convidados de la hermosura del día y del lugar, donde todo parecía recién criado, como en aquellos días primeros de la fabricación del mundo, en que Dios iba haciendo las cosas y las daba por buenas.
Encontrábanse con sus desconocidos; como en el teatro, asistían diariamente a la representación de dramas llamados por los reporteros «dramas judiciales» . Era agradable ver al público, oír el ruido de las voces en los corredores, mezclarse con aquella multitud agitada. El buffet estaba muy animado. Lo alumbraba ya la luz eléctrica, y sobre el mostrador veíanse cosas muy apetitosas.
Fiat lux dijo Quevedo abriendo la linterna. Encontrábanse en un desván espacioso, pero interrumpido á cada paso por maderos desiguales. El bufón empezó á andar encorvado y cojeando por aquel laberinto. De repente se detuvo y enseñó un boquerón á Quevedo. ¿Y qué es eso? dijo don Francisco. Esto es una providencia de Dios. Más claro. Eso era antes un tabique. ¿Y ocultaba algo bueno?
Como la familia del señor Perrín la formaban únicamente damas elegantes, citamos esta observación más para dar una idea de su humor que de sus deberes. Formando abigarrado conjunto, encontrábanse reunidas aquellas personas con la indiferente apatía que engendra la pereza y el fastidio. Ni el repentino resonar de los cascos de un caballo a la puerta, les hizo volver en sí.
Cada diputado tiene un sillón rojo y en el respaldo del sillón que se encuentra adelante hay una mesita saliente para colocar la carpeta en la que lleva sus papeles, apuntes, etcétera. La derecha, entonces, como hoy, era minoría; el centro y la izquierda, la gran mayoría. Frente al cuerpo de taquígrafos encontrábanse los asientos ministeriales y para los subsecretarios de Estado.
Palabra del Dia
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