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Actualizado: 17 de junio de 2025


Proponíase Vera Tassis añadir á los nueve tomos de su edición otro más, el X, que debía contener La Virgen de los Remedios. San Francisco de Borja. Don Quijote de la Mancha. La Celestina. El acaso y el amor. El carro del cielo. Certamen de amor y celos. La Virgen de Madrid. El condenado de amor. El sacrificio de Efigenia, y Desagravios de María.

Sus propósitos no podían, sin embargo, ser aquella mañana mejores, ni sus intenciones más rectas: celebrábase al día siguiente el santo del padre rector con una jira de campo famosísima, allá en la playa de Biarritz, y el mísero Tapón, condenado por tres o cuatro sentencias a recluimiento perpetuo, proponíase, con un día entero de observancia completa, alcanzar el indulto general de sus condenas y el sobreseimiento de las diez o doce causas que, por diversos atentados, conatos e infracciones de la ley, se le seguían ante el tribunal del padre prefecto.

Del seno del Salón Literario se desprendió un grupo de cabezas inteligentes que, asociándose secretamente, proponíase formar un carbonarismo que debía echar en toda la República las bases de una reacción civilizada contra el Gobierno bárbaro que había triunfado. Tengo, por fortuna, el acta original de esta asociación a la vista, y puedo con satisfacción contar los nombres que la suscribieron.

Sin embargo, y a pesar de sus prédicas, los gastos de representación del señor de Grèbe tomaron tal vuelo en los últimos tiempos, que su tío le prometió no sólo desheredarlo, sino lo que es más, ponerlo en tutela a menos de entrar en mejor vía, y por esta razón decidió contraer matrimonio con Mariana de La Treillade, a quien por otra parte proponíase espantar en manera extraordinaria.

Y como aconteciese que Cervantes fuese volviendo en de aquel trastorno de sus sentidos, de lo a que él, si no hubiese estado celoso y perturbado, no hubiera llegado, espantose; porque conoció claro que no por haber empeñado él su honra, tomando la de ella, había menguado en un ápice su adoración por doña Guiomar, sino que antes bien, con la nueva dificultad había acrecido; y aquejábale hasta criar dentro de su pecho una rabiosa tormenta, el ver que la visita del familiar con la hermosa viuda continuaba, y que ella no volvía; y mientras esto ponía a Cervantes en una borrasca de confusiones, Florela atisbaba, demudada y pálida, porque a su señora amaba, oculta entre los jazmines, y proponíase todo relatarlo como ella lo había visto y oído a doña Guiomar, para que no fuese más tiempo burlada y engañada, y por la burla y el engaño se vengase.

Este verso yámbico incipiente, con su estructura á todas luces arbitraria, en opinión de un crítico muy autorizado en esta materia , es poco conforme al genio de la lengua española, careciendo de aquella sencillez y natural caída de sílabas, que se halla siempre en la poesía popular, por lo cual se conjetura que es una imitación de los modelos provenzales, extraños á aquélla . Proponíase el poeta, según todas las apariencias, superar á los cantores populares, celebrando al héroe que hacía las delicias del pueblo y era famoso en sus cantares, y dar á estos materiales una forma más pesada y menos popular.

El banderillero acabó por marcharse, huyendo de la señora Angustias, que, a impulsos de la indignación, mostraba la misma ligereza de lengua de los tiempos en que trabajaba en la Fábrica de Tabacos. Proponíase no volver más a la casa de su maestro. Encontraba a Gallardo en la calle.

Mientras esto llegaba, proponíase pasar por la calle de Angulema unas diez veces diarias para convencerse de que era Felipe y no otro quien estaba comprometiendo a su pupila.

Tocábale aquel año dedicarse a la sublime ciencia del cálculo, y había obtenido ya, por orden de su profesor, la medida del campanario del pueblo, con un error aproximado de dos kilómetros; aquel día proponíase nada menos que determinar el radio de una esfera, y sacó con toda diligencia el libro de texto, la caja de compases y el blanco papel inmaculado en que había de desarrollarse el importante cálculo.

Proponíase, sin duda, halagar con esta contradicción á la vanidad nacional. D. Agustín de Montiano y Luyando, en 1750, en su Discurso sobre las tragedias españolas , amplió después los preceptos, traídos á plaza por Luzán y Blas Nasarre.

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