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Todos huyeron al vernos, con sus mugeres y sus hijos; y Mendoza mandó volviésemos á embarcarnos para pasar á la otra parte del rio, que no tenia por allí mas anchura que ocho leguas. De la ciudad de Buenos Aires y de los indios Querandíes. En este sitio hicimos una ciudad, á la que llamamos Buenos Aires, por lo saludables que eran los que allí corrian.

¿Qué? -respondió don Quijote-. Santiguarnos y levar ferro; quiero decir, embarcarnos y cortar la amarra con que este barco está atado.

Hubo un largo silencio; y el marido, que seguía pensativo, dijo de pronto, como si hubiese encontrado una solución: Por suerte, tenemos tus joyas. Podemos venderlas antes de embarcarnos. Miró Elena irónicamente el collar y las sortijas que llevaba en aquel momento. No llegarán á dar dos mil francos por éstas ni por las otras que guardo. Todas falsas, absolutamente falsas.

El sábado cinco á las nueve de la mañana. ¡Quico! grite á mi criado. Ten todo listo para embarcarnos el sábado de madrugada. ¿Luego vienes? ¿Luego no tienes miedo á los baguios? ¡Baguios!

La laguna á que alude es la Ibera, cerca de la ciudad de Corrientes, cuyos bordes se hallaban poblados por los Caracarás, al tiempo de la conquista. De como llegamos á los Zemais Salvaiscos, y Mepenes. Volvimos á embarcarnos, y á los cuatro dias, navegadas 16 leguas, llegamos á la nacion llamada Zemais Salvaiscos ; sus indios son pequeños y gordos: se sustentan de pesca, caza y miel.

Al embarcarnos en el muelle de la ciudad, á bordo de un bonito vapor, comenzamos á navegar el lago de Constanza propiamente dicho, que los alemanes llaman Boden-See. En breve tuvimos á la vista el angosto golfo que se prolonga hácia el N.-E., haciendo un abra en el territorio de Báden, con el nombre particular de Uberlinger-See.

Nos faltaban papeles para embarcarnos en España: teníamos miedo a lo de la quinta... Un viaje de sesenta y cinco días. ¡Y pensar que ahora nos quejamos por si el vapor se atrasa un par de horas! Yo vine en una fragata de Barcelona cargada de vino, hace cuarenta años, y echamos dos meses y medio en el viaje dijo Montaner, el residente en Montevideo.

Uno dellos le respondió: -Señor, nosotros somos dos capitanes de infantería española; tenemos nuestras compañías en Nápoles y vamos a embarcarnos en cuatro galeras, que dicen están en Barcelona con orden de pasar a Sicilia; llevamos hasta docientos o trecientos escudos, con que, a nuestro parecer, vamos ricos y contentos, pues la estrecheza ordinaria de los soldados no permite mayores tesoros.

Para evitar gran calor, convinimos en hacer el trayecto, que separa Atimonan de Mauban, de noche y por mar, á cuyo efecto se prepararon bancas y barotos, quedando todo listo para embarcarnos á la caída de la tarde. Navegación en baroto. Escasez de luz y abundancia de mosquitos. Los principios y los medios. Horas interminables. Malayo po. El monte Soledad. Vista de Mauban.

Volvímos á Flüelen, y en vez de embarcarnos de nuevo en un vapor para dirigirnos á Schwyz por Brunnen, tomamos una pequeña barca manejada por solo un remero. Este era el único medio de poder apreciar de cerca las magnificencias geológicas de la parte del Waldstatter llamada lago de Urí.