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Es fácil conocello dijo entonces la morisca, con acento claro y jubiloso; lleva siempre en el cinto una daga con vaina de oro guarnecida de diamantes de Krichna, de berilos de Khazbah, de perlas de El-Katif, y el pomo de la daga es de piedra imán y chupa toda la sangre de un hombre en un guiño de ojo.

Desenvainó el acero la propia D.ª María con gesto majestuoso, aunque sin ninguna afectación de brío varonil, y luego que lo hubo contemplado un instante, volvió a meterlo en la vaina, entregándolo después a su hijo. Era una hermosa hoja toledana de cuatro mesas y de una vara y seis pulgadas de largo.

Su padre le inspiraba desprecio, su madre despego, y sólo seguía adorando a Lilí, único ángel que quedaba ya en la casa. En cuanto a Jacobo, evitaba su presencia en lo posible, y más de una vez sorprendió Currita, con verdadero miedo, en los ojos del niño una mirada de rencor profundo, que relucía entre sus largas pestañas rubias como un acero al salir de la vaina.

Estando, pues, asidos de las manos Basilio y Quiteria, el cura, tierno y lloroso, los echó la bendición y pidió al cielo diese buen poso al alma del nuevo desposado; el cual, así como recibió la bendición, con presta ligereza se levantó en pie, y con no vista desenvoltura se sacó el estoque, a quien servía de vaina su cuerpo.

Y Joab estaba ceñido sobre su ropa que tenía puesto, sobre la cual tenía ceñido un cuchillo pegado a sus lomos en su vaina, el cual salió y cayó. 9 Y Joab dijo a Amasa: ¿Tienes paz, hermano mío? Y tomó Joab con la diestra la barba de Amasa, para besarlo.

Yo me quité las botas, tomé un trago de licor, estreché las manos de mis dos amigos sin hacer caso de la mirada suplicante de Tarlein, y después de asegurarme de que el puñal salía fácilmente de la vaina, así la maza con los dientes y me aproximé al foso. Iba a inspeccionar la «Escala de Jacob

Se arrepintió de haber dejado olvidado en el hotel Trafalgar un puñal corso, joya terrible, que en todos lados colocaba sobre el ábaco de la chimenea. La hoja era azul como el muelle de un reloj, larga y flexible como la ballena de un corsé; la empuñadura era de ébano con incrustaciones de plata, y la vaina de platino grabado.

Apesar de este proceder de los jefes americanos, tan contrario á todos los pactos y antecedentes arriba referidos, seguí observando con ellos, la misma conducta amistosa, enviando una Comisión que fué á despedirle al General Merrit, cuando su marcha para París; acto que al agradecerlo dicho General, tuvo la bondad de manifestar á nuestros comisionados, que defendería á los filipinos en los Estados Unidos: así mismo envié al almirante Dewey un puñal con su vaina, todo de plata, y un bastón de caña finísima con puño de oro labrado por el mejor platero filipino, recuerdos de afecto y antigua amistad, que el almirante aceptó, consolando de esta manera y en cierto modo mi alma afligida y la de todos los filipinos que formaban el Gobierno Revolucionario, haciendo de nuevo renacer en el corazón de todos, las alhagüeñas esperanzas de un arreglo con el almirante Dewey.

La víctima antigua, inmolada sobre el libro de la Constitución con el cuchillo de la teocracia, no infundía cuidado; lo que perturbaba era el cuchillo mismo revolviéndose fiero contra el pecho del amo. ¡Oh, qué error tan grande haber sacado de su vaina aquella arma antigua cuando ya comenzaba a enmohecer!... El pobre Rey, a quien la Nación no amaba ni temía ya, debió, sin duda, los pocos consuelos de sus últimos meses al espíritu tolerante de su mujer, y si él no se dejaba arrastrar públicamente al liberalismo, sabía tener secretas alegrías cada vez que el Gobierno mortificaba a la gente apostólica.

D. TELL. ¿Sois por dicha, hidalgo, vos El alcalde de Castilla Que me busca? REY. ¿Es maravilla? D. TELL. Y no pequeña, ¡por Dios!, Si sabéis quién soy aquí. REY. Pues ¿qué diferencia tiene Del Rey, quien en nombre viene Suyo? D. TELL. Mucha contra . Y vos, ¿adónde traéis La vara? REY. En la vaina está, De donde presto saldrá, Y lo que pasa veréis. D. TELL. ¿Vara en la vaina? ¡Oh, qué bien!