United States or Liberia ? Vote for the TOP Country of the Week !


Una estera de esparto, finísima en los tiempos de Carlos III, cubría las dos terceras partes del piso, siendo inútiles todos los esfuerzos de doña Leoncia para estirarla hasta cubrir lo que faltaba. Inmenso baúl alternaba con la cama, y á juzgar por lo corroído del cuero y la suciedad acumulada entre él y la pared, los ratones habían tomado por su cuenta la empresa de colonizar aquel recinto.

Con sagacidad finísima observaba los elementos de uno y otro partido, la calidad y número de las personas que en ellos militaban, el grado de fuerza y vitalidad que en el país tenían, y hallándolos casi iguales y contrapesados, esperaba a que el tiempo y la Providencia robusteciera al uno con detrimento y merma del otro.

Tras ellas venía la condesa Trifaldi, a quien traía de la mano el escudero Trifaldín de la Blanca Barba, vestida de finísima y negra bayeta por frisar, que, a venir frisada, descubriera cada grano del grandor de un garbanzo de los buenos de Martos.

Llegados que fueron, se sorprendió Stein de hallar en medio de aquella uniforme comarca, de tan grave y seca naturaleza, un lugar frondoso y ameno, que era como un oasis en el desierto. Abríase paso la mar por entre dos altas rocas, para formar una pequeña ensenada circular, en forma de herradura, que estaba rodeada de finísima arena y parecía un plato de cristal puesto sobre una mesa dorada.

Mientras tanto, si algún diablo cojuelo hubiese levantado el techo del boudoir de la condesa de Albornoz, hubiérase descubierto una extraña escena: hallábase este alumbrado por una gran lámpara, sostenida por un negro desnudo, de tamaño natural, admirablemente tallado en ébano, y Currita, sentada ante un pequeño secrétaire muy bajo, parecía completamente absorta en un singular estudio caligráfico, mientras vagaba por sus labios una finísima sonrisa, semejante, no en lo terrible, pero en la solapada y astuta, a la que puso el genio de Liezen-Mayer en los labios de Isabel de Inglaterra, al representarla en el acto de firmar la sentencia de muerte de su prima María Stuard.

Á su voz entraron en la estancia tres cargadores con sendos fardos y permanecieron alineados cerca de la pared. Veamos si me devolvéis intacta mi hacienda, buscones. Número uno: un cobertor francés de pluma finísima, dos sobrecamas de seda labrada de damasco y veinte varas de terciopelo genovés. Aquí está todo, señor capitán. ¡Qué capitán ni qué niño muerto!

Una vez montados, recorrimos de nuevo el camino hecho, pero en vez de subir a Cincha, bajamos nuevamente por una senda más abrupta aún que la anterior. La vegetación era formidable, como la de todo el suelo que se avecina al Salto, fecundado eternamente por la enorme cantidad de vapores que se desprenden de la cascada, se condensan en el aire y caen en formas de finísima e impalpable lluvia.

En fin, salió el duque a apearla; y al entrar en un gran patio, llegaron dos hermosas doncellas y echaron sobre los hombros a don Quijote un gran manto de finísima escarlata, y en un instante se coronaron todos los corredores del patio de criados y criadas de aquellos señores, diciendo a grandes voces: ¡Bien sea venido la flor y la nata de los caballeros andantes!

Un arroyo, nacido al pie de un promontorio, cuyo grano es de poca cohesión, corre por el barranco sobre un lecho de arena finísima abrillantado por la mica; parece verse brillar el oro y la plata á través de las rizadas aguas. Más de un patán llegado de la llanura se ha equivocado y se ha precipitado sobre los tesoros que se lleva descuidadamente el burlón arroyuelo.

FRANCISCO BANCES CANDAMO (nacido en Sabugo, en Asturias, en 1662, muerto en 1709), cierra no indignamente la serie de poetas del período más floreciente del teatro español, tratando de él ahora, aunque el período en que escribió es propiamente el que sigue, más por la clase de sus obras, que guardando exactitud cronológica. Sus dramas, en efecto, aunque no se distinguen por sus grandes y originales bellezas, reflejan, sin embargo, con brillo las de Calderón, demostrando lo que puede hacer un poeta de facultades medianas, cuando con amor y abnegación se consagra al estudio de algún célebre modelo. Casi todas las comedias de Candamo tienen mérito indudable y merecían ser examinadas despacio, si lo consintiesen los límites que nos hemos trazado. Mencionaremos, no obstante, dos de ellas, empezando por la mejor, á nuestro juicio, que se titula Por su rey y por su dama, cuyo argumento es un suceso célebre del reinado de Felipe II, ó la toma de Amiens. Candamo finge que el bravo Portocarrero está enamorado de la hija del primer magistrado civil de Amiens, y esta pasión lo excita á la conquista de una plaza fuerte de esta importancia. Para probar, pues, á su amada que nada hay imposible para el amor, ejecuta una serie de hazañas, cada una más atrevida, más temeraria y más novelesca que la otra. En la serie de escenas, á que da origen este motivo dramático, se aumenta más y más el interés, predominando en toda la obra una inspiración y un ardor guerrero que la llena, dulcificándolo por otra parte su tono de finísima galantería, para producir ambos móviles una impresión total gratísima. El duelo contra su dama, aunque menos digno de alabanza en su conjunto, no carece, sin embargo, de bellezas aisladas. Una dama amazona se hace jurar por su amante, de cuya fidelidad tiene algunas quejas, que no la descubrirá si toma un disfraz que la necesidad le impone. Encamínase después, vestida de príncipe, á la corte de su rival, y desafía á su amante.