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Contempla las escabrosidades por donde acaba de atravesar, y se envanece de su temeraria osadía. ¿Y cómo será posible que por estas malezas suban los que le estan mirando? Pero ved ahí un sendero muy fácil; desde abajo no se descubre, desde arriba . Da muchos rodeos, es verdad, se ha de tomar á larga distancia, pero es accesible hasta á los mas débiles y ménos atrevidos.

Hubo tendencias a retirarse del campo de batalla; pero no faltó en aquel momento quien animase su corazón intrépido ofreciéndoles la perspectiva engañosa de la victoria. ¡Fuera los civiles! ¡Abajo los tricornios! ¡Muera el patatero! Tales fueron los gritos sediciosos que se escaparon de los pechos de aquella juventud temeraria. Y en el mismo punto volaron algunas piedras.

Así nace ese intrépido Oarkust, de una frialdad temeraria, bello como un héroe griego.

Pero su arrogancia temeraria, que le había hecho embarcarse en buques destinados al naufragio y le empujaba hacia el peligro por el gusto de vencerlo, gritó más alto que la prudencia. «¡En mi patria!... se dijo mentalmente . ¡Querer asesinarme cuando estoy en mi tierra!... Yo les haré ver que soy un español...» Conocía el bar del puerto mencionado por Freya.

El efecto de esta comedia debió ser extraordinario al representarse, porque no sólo interesa y conmueve el corazón, sino que estimula también á las acciones magnánimas. Aunque parezca una aserción algo temeraria, diremos, no obstante, que Alarcón es, entre todos los dramáticos españoles, el que más sobresale por la pureza y energía de los afectos.

Mas he aquí que Rubio, el teniente de la tercera, hombre acreditado de audaz entre sus compañeros de arma y de un genio devastador para el sexo femenino, se presenta de improviso asomando su cabeza temeraria por encima de unas matas. Las ninfas, al verle, lanzan un grito y quedan petrificadas en la actitud en que las sorprende. Consuelo, desde lo alto del árbol, le apostrofa con violencia.

Considerad ahora cuántas reflexiones no acudirán á la mente al contemplar aquel poyo de piedra, terrible monumento que acredita toda la flaqueza y rápida caducidad de esta nuestra máquina humana, tan temeraria, impetuosa y presumida en las breves horas de la juventud, si por acaso le presta sus alas la fortuna..... Mas sigamos nuestra descripción.

Además, el criado conquista el favor y la mano de su señora, el vasallo la de su princesa soberana, y con tal que anden en el juego el amor, el ingenio, la travesura y la sagacidad, se justifica y hasta se ofrece como modelo la empresa más temeraria. ¿Y á qué se dirige todo esto sino á embellecer la depravación, á paliar el libertinaje y á convencer insensiblemente á la doncella más cándida de que sólo honra como merece á su hermosura y á su prudencia entablando relaciones amorosas? ¿Cómo podrá una madre censurar las faltas de su hija, contrarias al pudor y á la modestia, si, al llevarla al teatro, ve que en la escena se aplauden las mismas faltas que ha reprobado antes?

Pero Miguel, con la imprevisión temeraria de la juventud, hacía caso omiso de este desprecio, y solía contestar a aquellas miradas con una sonrisa dulce y un si es no es burlona que iba amontonando la cólera en el pecho del feroz cadete. La tempestad rugía ya sobre la cabeza de nuestro joven, y él seguía tan sosegado como si estuviese bajo un cielo azul y sereno.

Esto no podemos imaginar sin que nos hagamos reos de lesa majestad con el grandísimo agravio con que se herirán sus corazones cristianos y Reales con el pensamiento de tan temeraria presunción.