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Actualizado: 27 de julio de 2025


Y por último, todo lo expuesto no habría bastado quizás a determinar en ella la temeraria acción del préstamo, si no contara con la retirada segura en el caso extremo de que Bringas lo descubriera y lo desaprobase; si no contara con los ofrecimientos que la tarde anterior le había hecho el amigo de la casa.

Y así, navegando á todas partes por el río en afán continuo, sin tomar reposo ni descanso, gastaron cerca de siete meses hasta mediado Agosto; pero no sufriéndole el corazón al celosísimo P. Arce que se frustrase aquel viaje y tantas fatigas como habían sucedido los años pasados, tomó una resolución que sólo la pudo excusar de temeraria su ardientísimo celo de las almas, su confianza en Dios y el amor que tenía á estas Misiones, como primer Apóstol de ellas; y fué que dejada la barca y escogidos doce indios, los más valientes y fervorosos en la fe, emprendió el viaje por tierra con ánimo firme de buscar las Reducciones de los Chiquitos, aunque fuese con peligro de caer en manos de los bárbaros que le quitasen la vida, ó de morir de hambre y sed por aquellos desiertos y tierras incógnitas.

FRANCISCO BANCES CANDAMO (nacido en Sabugo, en Asturias, en 1662, muerto en 1709), cierra no indignamente la serie de poetas del período más floreciente del teatro español, tratando de él ahora, aunque el período en que escribió es propiamente el que sigue, más por la clase de sus obras, que guardando exactitud cronológica. Sus dramas, en efecto, aunque no se distinguen por sus grandes y originales bellezas, reflejan, sin embargo, con brillo las de Calderón, demostrando lo que puede hacer un poeta de facultades medianas, cuando con amor y abnegación se consagra al estudio de algún célebre modelo. Casi todas las comedias de Candamo tienen mérito indudable y merecían ser examinadas despacio, si lo consintiesen los límites que nos hemos trazado. Mencionaremos, no obstante, dos de ellas, empezando por la mejor, á nuestro juicio, que se titula Por su rey y por su dama, cuyo argumento es un suceso célebre del reinado de Felipe II, ó la toma de Amiens. Candamo finge que el bravo Portocarrero está enamorado de la hija del primer magistrado civil de Amiens, y esta pasión lo excita á la conquista de una plaza fuerte de esta importancia. Para probar, pues, á su amada que nada hay imposible para el amor, ejecuta una serie de hazañas, cada una más atrevida, más temeraria y más novelesca que la otra. En la serie de escenas, á que da origen este motivo dramático, se aumenta más y más el interés, predominando en toda la obra una inspiración y un ardor guerrero que la llena, dulcificándolo por otra parte su tono de finísima galantería, para producir ambos móviles una impresión total gratísima. El duelo contra su dama, aunque menos digno de alabanza en su conjunto, no carece, sin embargo, de bellezas aisladas. Una dama amazona se hace jurar por su amante, de cuya fidelidad tiene algunas quejas, que no la descubrirá si toma un disfraz que la necesidad le impone. Encamínase después, vestida de príncipe, á la corte de su rival, y desafía á su amante.

El conde de Onís, el coloso de luengas barbas fue un verdadero juguete en las manos de aquella mujercita temeraria y maligna. Una pasión loca se apoderó de ambos, sobre todo de ella. Poco a poco se fue acostumbrando a no vivir sin él, a no pasarse un día sin verle a solas. Hacía esfuerzos increíbles de ingenio y habilidad para conseguirlo.

La Condesa viuda acusaba además y zahería con frecuencia a su hija, calificándola de extravagante, de soñadora, de alucinada, de acérrima enemiga de lo juicioso y de lo razonable, y de temeraria perseguidora de ideales inasequibles y absurdos. Si la Condesa viuda pensaba así de Poldy ignorando el suceso de la cigüeña, ¿qué no pensaría y qué no diría si lo supiese?

Pero salí en bien de todo, y lo atribuyo, como ya lo indiqué antes, a la audacia misma de mi temeraria empresa. Tengo para , que en iguales condiciones de parecido físico, me fue más fácil suplantar al Rey que pretender hacerme pasar por otra persona cualquiera. Un día entró Sarto en la habitación donde me hallaba y arrojándome una carta, dijo: Ahí va eso para usted.

A poco abríase en su vida un paréntesis negro, tenebroso, ante el cual la maledicencia misma se detuvo aterrada, temerosa de resbalar en un charco de sangre... Un día, el 27 de diciembre, un trabucazo tendió en la calle del Turco a la audacia más temeraria que dio impulso a la Revolución.

Ved más allá á Manuel Tamayo y Baus, que no contento con la reputacion que basta á todos los hombres, ha querido conquistar dos, y tomando el pseudónimo de Joaquín Estébanez, ha acometido y llevado á cima con Un drama nuevo la temeraria empresa de eclipsar al autor de Virginia y La Locura de amor.

Finalmente se tranquilizaron, habiendo todos los PP. reprendido la temeraria audacia de los del pueblo de San Pablo, y habiendo hecho demostracion que todas las cosas que hablaban eran falsas, y la acusacion infundada. Se indagó que cosa dijese la carta, quien fuese el autor, quien el testigo, y en que lugar se halló.

Palabra del Dia

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