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Si daba crédito á sus propias apologías, todas estas congregaciones eran necesarias; si atendia á sus recíprocas acusaciones, todas merecian ser destruidas. Pasmábase Babuco de que no hubiese ninguna que, por edificar al universo, no quisiese ser árbitro de él.

El virrey mandó imprimir y distribuyó entre los mineros del Perú la instrucción escrita por el autor del nuevo método. En todas partes fué objeto de prolijos ensayos que probaron mal, e hicieron ver que los provechos eran tan pequeños y aun dudosos, que no merecían la pena.

El maestro de capilla, siempre insensible a los sucesos de la catedral, salía, sin embargo, a tomar noticias del estado de Su Eminencia. Tenía un proyecto, del que habló rápidamente a la familia durante la comida. Los funerales de un cardenal bien merecían que se ejecutase una misa célebre, con gran orquesta reclutada en Madrid.

Porque eso hace la usura con los desdichados que se ahogan en apuros. De algunos de ellos me he condolido; y por evitar que otros los robaran, casi me he dejado robar yo a ojos vistas. Pero a los más les he enviado enhoramala, porque no merecían caer en manos de un hombre de bien. Y ¡qué porte el suyo! ¡Qué caballeros tan de punta en blanco!... ¡Y qué señoronas de primer lustre!

Apreciaba las cosas con la serenidad de un joyero que ensaya alhajas de calidad dudosa, y rara vez se engañaba al elegir las que merecían la pena de consagrarlas tiempo y trabajo. Había tenido protectores. No consideraba que fuera deshonor solicitar apoyo, porque él sólo proponía un trueque de valores equivalentes.

Cuando las halló, o sea porque estuviese bien predispuesta, o sea porque ellas lo merecían todo, le parecieron mejor aún, cada una por su estilo, que lo que había dicho el Conde. Y como Rosita no era envidiosa, cuando no había celos ni emulación de por medio, deseó todo bien a sus amigas, y fué sincera en cuanto con Beatriz había hablado.

Yo dije lo ordinario: que las viesen colocadas como merecían; y agradóles mucho la palabra colocadas. Preguntáronme tras esto que en qué me entretenía en la Corte. Yo les dije que en huir de un padre y madre que me querían casar contra mi voluntad con mujer fea y necia y mal nacida, por el mucho dote.

Conocía sus amores; se había informado de quién era Tónica, y no le parecía gran cosa; pero si Juanito se mostraba conforme, todos contentos. Esta indiferencia anonadaba a Juan; y a pesar de que nadie en la casa se preocupaba de sus amoríos pues cuando más, merecían alguna burla de Amparito , siguió recatándose, como si temiera las maternales censuras.

Presenten sus títulos a la gloria y los respetaremos y pondremos sus obras sobre nuestra cabeza. ¿Y al paso que nadie se atreve a tocar a esos sagrados nombres que sólo por antiguos tienen méritos, son juzgados los jóvenes que empiezan con toda la severidad que aquéllos merecían?

Pero la Majestad ofendida del Príncipe natural, aunque remita el castigo, queda siempre viva en el ánimo la memoria de la ofensa; y aunque no fuera bastante para hacerles agravios, por lo menos impidiera el no servirse de ellos en los cargos supremos: cosa indigna de lo que merecían sus servicios, nobleza y cargos administrados en paz y guerra.