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Al desembocar en el campo la alegre multitud, huyeron espantadas unas cuantas gallinas y algunos borregos sucios y torpes patos, que correteaban por allí, y eran los únicos pobladores del mezquino oasis, limitado de una parte por la vetusta tapia, de otra por cobertizos atestados de fardos de vena, y de otra por el taller de cigarros peninsulares, aislado del edificio de la Granera.

Con el listón, sacándolo y ensortijándolo donde quieras, aunque sea en los círculos del aire, por un oculto sortilegio que no quiero explicarte, él mismo, y por su propia virtud, traza un oasis encantado, mansión afortunada de todos los gustos y placeres, sin que la saciedad ni el fastidio tengan poder para entrar en el mágico cerco de la isla.

Cuando los emperadores romanos, modelo de todos los que les han sucedido en la historia de la autoridad, tenían interés en deshacerse de un enemigo sin necesidad de derramar sangre, se limitaban á desterrarlos á un oasis, y poco tiempo después tenían la alegría de saber que la muerte había hecho rápidamente el servicio esperado.

Ryp y van Stein, más tenaces, se quedaron allá; renegaron de su religión, y, convertidos al mahometismo, se casaron con moras, y eran los jefes de un aduar establecido en un pequeño oasis con unos cuantos pozos salobres, un bosquecillo de palmeras y acacias espinosas y arganes. Los dos renegados y los moros nos llevaron a Smiles, Allen y a prisioneros a su aduar.

Algunos realizaron su propósito, otros no; de todas maneras, esa obra constituye, en la aridez de sus almas vulgares, «un rincón verde», un oásis de poesía, y también su debilidad, su punto vulnerable. Hace mucho tiempo, cerca de treinta años, que Alejandro Bissón, que ahora acaba de triunfar en el teatro Vaudeville con su comedia «Mariage d'etoile», llevó una obra al empresario Mr. Laridel.

En medio del desierto, la tribu vive aprisionada en el oasis; forzosamente agrícola, los límites de su territorio están marcados por el alcance que el agua tiene.

Llevaremos una existencia plácida y cómoda, como en aquellas abadías que durante la Edad Media fueron frescos oasis de tranquilidad y de estudio en medio de violencias y matanzas. Comeremos bien; el coronel me responde de ello. La biblioteca del yate está aquí: al vender el buque ordené á don Marcos que la instalase en el último piso. El amigo Novoa va á encontrar libros que tal vez no conoce.

Llegados que fueron, se sorprendió Stein de hallar en medio de aquella uniforme comarca, de tan grave y seca naturaleza, un lugar frondoso y ameno, que era como un oasis en el desierto. Abríase paso la mar por entre dos altas rocas, para formar una pequeña ensenada circular, en forma de herradura, que estaba rodeada de finísima arena y parecía un plato de cristal puesto sobre una mesa dorada.

Empleada así hasta la última gota, la fuente no va á perderse en el arroyo y en el desierto: sus límites son los del oasis mismo; donde crecen los últimos arbustos, allí acaban las últimas arterias del agua, absorbida por las raíces para transformarla en savia. ¡Extraño contraste el de las cosas!

En torno de la ciudad y su acrópolis huía la llanura hasta perderse en el horizonte; una llanura que Ferragut había visto en el viaje anterior desolada, monótona, con pocas casas y escasos cultivos, sin otra vegetación importante que los pequeños oasis de los cementerios musulmanes. Este desierto iba hacia Grecia y Servia, ó al encuentro de Bulgaria y Turquía.