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Se hermoseaba por instantes, a impulsos de un firme deseo de parecer mejor. «La juventud no es más que una voluntad pensaba Ojeda . Cada hora que transcurre parece más joven. Bien se conoce que está enamorado. Nada rejuvenece a un hombre como el amorEl fugitivo Maltrana evitaba igualmente el encuentro con su amigo. El día antes sólo le había visto Fernando dos veces: a las horas de comer.

Evitaba bajar por la noche a Can Mallorquí, temeroso de estorbar con su presencia las conversaciones de la familia acerca de los pretendientes de Margalida. En las noches de festeig experimentaba mayor desazón; y sin explicarse el motivo, asomábase a la puerta de la torre, mirando ávidamente hacia la alquería.

Se mantenía con ella en una actitud particularmente respetuosa, la saludaba con extremada cortesía, la llevaba del brazo a la mesa y le enviaba en verano, con el guarda, ramos de flores; pero evitaba cuidadosamente el quedarse solo con ella, para no ponerla en una situación falsa.

Evitaba ostensiblemente el invitarlo á sus fiestas; fingía no conocerle; estorbaba con frecuentes astucias que su hija pudiera encontrarse con él. Miss Margaret se mostraba triste cuando de tarde en tarde conseguía hablar con Edwin, lejos de la agresividad de su madre y de la animadversión de todas las familias amigas, igualmente hostiles á él.

Era el medio más largo, pero el más seguro, pues Liette no podía alarmarse por una conducta tan cortés y correcta, a no ser una coqueta farsante o una ridícula mojigata. Raúl le mostraba un respeto caballeresco y evitaba cuidadosamente esa galantería trivial y esas atenciones indiscretas a que su situación la exponía, y se lo agradecía infinito.

Como ella evitaba contar su historia, no se supo jamás qué acontecimientos la habían arrojado de su país. Lo que era evidente es que la baronesa vivía como una mujer honrada y educaba admirablemente a su hijo. Tenía cuarenta años y una belleza un poco vulgar; en Francia la hubieran tomado por una granjera del país de Caux.

En un principio habían sonreído y hasta habían dejado escapar de sus labios alguna palabra galante; pero muy pronto cesaron las galanterías y se apagó la sonrisa. Todos concluyeron por brincar graves y silenciosos, como si una mano invisible descargase latigazos sobre ellos para que lo hiciesen. Marta cerraba de vez en cuando los ojos, y de esta suerte evitaba el mareo que empezaba a acometerle.

En justicia, ¿se le podía reprochar que hiciese partícipes a todos de la exuberancia de su bolsillo y de su corazón? Ninguna mujer compadecía a la duquesa, que, en efecto, no era digna de compasión. El duque evitaba cuidadosamente comprometerse, no se exhibía en público más que con su esposa, y antes hubiera preferido faltar a una partida que enviarla sola al baile.

Balbuceaba Ojeda sin saber ciertamente lo que decía. Hablaba ahora en castellano, y su súplica incoherente era una especie de música sin palabras, cuya vaguedad producía en él cierta emoción. Di que ... di que quieres... Sería yo tan dichoso... ¡tanto!... Ella sonrió, agradeciendo tal vez que hablase en su idioma, lo que le evitaba la obligación de entenderle y de ruborizarse.

Afortunadamente como conocían su carácter independiente, respetaban su libertad, y nadie se preocupaba de hacerle modificar la manera de vivir que había adoptado. María Teresa, con gran delicadeza, evitaba, durante las comidas, hablar de sus amigos y de lo que sucedía en la playa o en el Casino. Se esforzaba en no conversar más que sobre cosas susceptibles de interesar a Juan.