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No tiene papeles, pero un bolsillo. A ver, venga dijo Lobo. Pinilla se lo guardó en su cinto; todos corrieron, y la plaza quedó desierta hasta que la ocupó la tropa. #Fernando el Deseado.# No hemos examinado aquella agitada sociedad más que en una sola faz.

Además, la hacienda de Santa Clara no está en el fin del mundo.... ¡Ya, ya verá usted a su sobrino, qué majo y qué gallardo que viene, vestidito de charro, en un caballo soberbio! ¡Ya verá usted, tía Pepa, qué elegante y guapo estaré con el pantalón ceñido, el jarano galoneado, la chaquetilla airosa y la pistola al cinto! ¡Y «taca, taca, taca»! ¡Ahí está el ranchero! ¡Ya llegó!

Cuando se hubo guardado el dinero en el cinto, depositó su recibo en el fondo del bote, colocando la piedra exactamente sobre él, para que en ningún caso pudiera llevárselo el viento. Nada le quedaba que hacer allí. Ahora que se veía con más dinero para afrontar la existencia entre los hombres civilizados, deseaba salir cuanto antes del desierto.

Iba a aceptar, sin embargo, cuando un personaje venerable, vestido como caballero y luciendo en el cinto corva daga cubierta de pedrería, se levantó súbitamente del más obscuro rincón y, una vez junto a él, le dijo, deteniéndolo el brazo: Beba vuesamerced en esta taza, menos indigna de un hidalgo. Y ofreciole su obscura taza de acero, llena también, y ornada de hermosa ataujía de oro purpúreo.

Hullin desapareció tras el ángulo de la casa de labor; allí la obscuridad era completa, y apenas se veía al doctor Lorquin, a caballo delante de un trineo, empuñando un espadón de caballería y un par de pistolas de arzón al cinto, y a Frantz Materne, al frente de una docena de hombres armados de fusiles, que temblaba de ira.

¿Lleva usted revólver? pregunta un pasajero á su vecino. Y el interpelado, que no desea otra cosa que exhibir su 44, saca del cinto un enorme Bulldog, sucio y descuidado, con el cual, según afirma, peleó muy duro en la escolta de Máximo Gómez. Esta primera demostración armada es la señal; y pronto todos los viajeros agitan en sus manos revólvers y pistolas de todas clases.

Con la mano derecha el tío Gorico le levantaba hacia el cielo, y así, extendido el brazo, como si no fuera de hueso y carne, sino de acero firmísimo, permanecía catorce ó quince minutos. Luego venía el momento de las más vivas emociones; el terror trágico en toda su fuerza. Abraham ataba al chiquillo al ara, y sacaba un truculento chafarote que llevaba al cinto.

Para afligirse como yo hubiera sido menester que, con los respectivos amados, perdiesen la Colonna sus canciones y sonetos, Artemisa su famoso y monumental sepulcro, y Venus el cinto donde están en germen sus virtudes y milagros. El espíritu no es extenso, y por consiguiente no tiene lados, pero yo me le represento con lados para comprenderle mejor.

Con la tranquilidad que comunica la pureza de la intención, fué recogiendo toda la moneda depositada en el fondo del bote. La contó: ocho pesos y cuarenta centavos. Luego buscó en su cinto un lápiz corto y romo, arrancando también un pedazo de papel de un diario viejo de Salta. La redacción del documento fué empresa larga y difícil.

Conoció el tormento del hambre como no lo había sufrido nunca en sus viajes por las llanuras desiertas, el hambre entre los hombres, en un país civilizado, llevando sobre su cuerpo un cinto lleno de oro, rodeado de tierras y edificios que eran suyos, pero de los que disponían otros que no se dignaban entenderle. ¡Y para llegar á esta situación al término de su vida había amasado millones y había vuelto á Europa!... ¡Ah, ironía de la suerte!...