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Después recordó todos sus razonamientos y sus recriminaciones, asombrándose del poco efecto que causaban en ella. Era indudablemente otra mujer. Alguien la había cambiado; alguien era el culpable de esta absurda situación. Gran parte de aquella noche la pasó reflexionando. No se le ocurría censurar á Alicia. Hasta se arrepintió de sus palabras agresivas. ¡Infeliz!

Solo ya, recapacitó Morsamor sobre lo que había hecho y casi se arrepintió y se afligió de su viciosa ligereza. Indigno del héroe que él anhelaba ser, hallaba aquel tan ruin comienzo de altas caballerías: entrar con engañoso recato en casa ajena como ladrón astuto, y todo para alcanzar los venales y fáciles favores de una cortesana.

De no conocerle, hubiese temblado por su existencia. Se sintió agarrada por unas manos poderosas que la despegaron del suelo. Luego una boca ávida estampó en la suya dos besos agresivos. «¡Toma, y toma!...» Ferragut se arrepintió al ver á su prima temblando contra la pared, con una palidez de muerte, los ojos lacrimosos. Te he hecho daño. Soy un bruto... ¡un bruto!

Miguel, colocándose á sus espaldas, vió que tenía una manga casi suelta, dejando ver la blanca carne del brazo y la deliciosa oquedad de la axila con su fino musgo. Se arrepintió de su violencia, de sus maneras, que rompían al acariciar, como las de un marinero ebrio. Otra vez se apiadó Alicia de su confusión infantil. No vale la pena.

Al día siguiente, después del almuerzo, se arrepintió, pero ya era tarde para encontrar al chófer que le había servido la tarde del duelo, y que don Marcos acababa de ascender al rango de «proveedor de Su Alteza». ¿Adónde ir, seguro de no tropezarse con las personas que ocupaban su recuerdo?... Cuando empezaba á caer la tarde se dirigió á las terrazas del Casino.

Saltó de la cama y encendió luz, paseando furiosamente por su dormitorio. ¡Ya ha sido!... Repetía las mismas palabras con una obsesión cruel: se arrepintió de su generosidad, como si fuese un crimen. «¿Por qué no lo matéLuego volvía á su afirmación con un acento plañidero, considerando irreparable lo que ya había sido.

Hasta pensó novedad extraña entrar por primera vez en la taberna para beber un vaso de vino cara á cara con sus enemigos; pero las dos libras de multa las llevaba en el corazón, y se arrepintió de su generosidad. ¡Dichosas dos libras!

Se arrepintió también de su prolongado disimulo y se propuso, sin retardarlo ya más que hasta el día siguiente, miércoles, entre diez y once de la noche, hacer público su noviazgo y su futuro casamiento con don Paco.

Después de estas noticias se atrevió á salir del pabellón. Vió su jardín destrozado, pero hermoso. Los árboles guardaban impasibles los ultrajes sufridos en sus troncos. Los pájaros aleteaban con sorpresa y regocijo al verse dueños otra vez del espacio abandonado por la inundación humana. Pronto se arrepintió Desnoyers de su salida.

Ella no se rebela; acata los designios del Altísimo y contribuye con sus oraciones al mayor bien y gloria de la que acaba de expirar. Marta comprendió que el sacerdote tenía razón. Se arrepintió de su cólera y bajó la cabeza murmurando: ¡Oh, mi hermana es una santa! también puedes serlo, hija mía. El camino de la perfección está abierto para todo el que quiera seguirlo...