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Con pasmosa generosidad repartí entre parientes, amigos y paisanos los cuantiosos bienes de mi marido. Sólo guardé para , relativamente, una pequeñísima parte: menos, mucho menos de lo ganado durante la sociedad conyugal: mucho menos de lo que por derecho me pertenecía. Mi estupenda generosidad tenía pasmados a todos los brasileños. No había quien no me celebrase y aplaudiese.

Y gracias á la penosa sensación que en todos produjo la carambola, no hubo un lance entre los dos jabalíes rivales, que se quedaron pasmados al ver sangrar por las narices al buen señor, y al oirle decir, mientras salía de la bodega acompañado de don Silvestre y de su ama, que bufaban de rabia: Esto debí yo haberlo previsto; pues á quien entre bestias anda, tales caricias le esperan.

Pasmados los de la otra fusta y aterrorizados del imprevisto ataque, no acertaron a huir ni a poner resistencia. La nave se acercó a la fusta y la gente de Morsamor la entró al abordaje, pasando a cuchillo a cuantos había en ella. Tiburcio tomó entonces el mando de la fusta apresada.

Volvió mejor de lo que fue. Tanto hablar de París, y cuando Barbarita creía ver entrar a su hijo hecho una lástima, todo rechupado y anémico, se le ve más gordo y lucio que antes, con mejor color y los ojos más vivos, muchísimo más alegre, más hombre en fin, y con una amplitud de ideas y una puntería de juicio que a todos dejaba pasmados. ¡Vaya con París!... El marqués de Casa-Muñoz se lo decía a Barbarita: «No hay que involucrar, París es muy malo; pero también es muy bueno».

El Autor de un libro precisamente ha de conseguir que le alaben sus amigos, si los busca de propósito para este efecto. Los Aprobantes tienen el estilo de quedarse admirados á la primera linea, pasmados á la segunda, y atónitos antes de acabar la cláusula.

Buen apuro». Estaba el Magistral como si don Víctor le hubiera sorprendido allí, en su despacho, robándole los candeleros de plata en que ardían las velas. Quintanar daba diente con diente y preguntaba con los ojos muy abiertos y pasmados. «¿Usted dirádecían aquellas pupilas brillantes y en aquel momento sin más expresión que un tono interrogante. «Había que hablar».

»Estando en este piadoso despojo, recelaron los Santacruzeños no les acometiesen en mayor número los infieles; y pesarosos de haber dejado sus mulas maneadas muchas leguas de allí para poder entrar por los bosques al lugar del martirio, pidieron á Dios, por intercesión del Venerable mártir, los socorriese; apenas hicieron esta oración cuando oyeron un gran ruido que juzgaron ser de los enemigos que venían sobre ellos, por lo cual se pusieron en armas; mas quedaron pasmados cuando vieron que eran sus mulas, que sueltas de las maneas, venían desde tan lejos corriendo derechas al lugar donde estaban

Este interesante autor era leído algunos ratos en voz alta por uno de los hijos mayores, pues no había lectura más sabrosa que aquella para D. Benigno, después de la de Rousseau; y todos se quedaban pasmados oyendo la magnífica descripción del caballo, la pintura del león, o la peregrina industria de los castores.

¡En eso!... No lo que es, pero debe de ser algo malo cuando le hace a usted arrugar la frente y abrir unos ojazos pasmados como si viera delante un alma del otro mundo... Vamos, piense usted un poco en , ya que me he confiado a sus cuidados. Ya pienso. ¿No acabo de advertir a usted que no debía mojarse los pies? Pero usted no hace caso replicó sonriendo con benevolencia. ¡Eso es!

Cuando acabó de beber el vaso de agua que sabía a polvo, el Magistral aún no sabía lo que iba a decir. Pero los ojos de Quintanar seguían preguntando pasmados, y don Fermín habló...