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Actualizado: 27 de noviembre de 2025


¿Cómo sería para él la temporada de Madrid que iba a comenzar? ¿Qué dirían sus enemigos? ¿Cómo quedarían los rivales de profesión?... Llevaba muertos muchos miuras: al fin unos toros como los demás; pero pensaba en los camaradas caídos en el redondel, casi todos víctimas de los animales de esta ganadería. ¡Dichosos miuras!

Y la numerosa concurrencia desfiló por delante de Currita, sin que levantase ella la cabeza ni hiciera un movimiento, como si la vergüenza de su vida entera la tuviese allí sujeta, clavada, ante las miradas curiosas, compasivas y aun burlonas de sus antiguas rivales.

Aquella muchacha sencillota, a quien las amigas de la casa tenían casi por tonta y que no conocía más mundo que las tertulias de gente del Arte de la Seda, a las que la llevaba su padre, miraba a Rafael como la encarnación de lo extraordinario, de lo novelesco; como un Don Juan, cuyo cariño le disputaban ocultas y poderosas rivales.

Un colérico estupor le exaltaba y le desconcertaba a la vez; ira inmensa, refrenada ante el enigma, pero pronta a caer como un peñasco sobre el culpable. Por debajo de aquel desvío de Beatriz había que buscar la nueva intriga de sus rivales. Ella era inocente y víctima de la misma impostura. ¡Quién sabe qué sospecha habrían logrado incrustarla en el corazón!

Hasta sus amigos, cuando fuese él a misa a San José reuniéndose con ellos en el claustro de la iglesia, iban a suponer que era un ambicioso y deseaba convertir a su hija en una señorita... Y no era esto sólo. Había que temer además la cólera de los rivales, los celos de aquellos atlots que habían quedado absortos por la sorpresa al verle entrar en plena tempestad y sentarse junto a Margalida.

No se oía sino el rabioso crujir de las mandíbulas tiburonianas de mi tía Medea, que con cierta complacencia maléfica, aunque llena de voluptuosidad, imaginaba aplastar el cráneo de alguna de sus rivales en el inocente coscorrón de pan que roían sus molares y el tímido y casi silencioso masticar de los que temíamos herir los oídos susceptibles de la señora.

Lo que sobre todo le había causado disgusto profundísimo, fue la falsa bondad, la cazurra malicia, la perfecta y cruel diplomacia con que esta vieja hada de la falacia la había envuelto y torturado, a fin de arrancarle como final objetivo el más doloroso de los sacrificios, sacrificio mayor todavía ahora por cuanto no escapaba a la penetrante mirada de la huérfana cómo el marqués, al mismo tiempo que no concedía a sus rivales otra cosa que las muestras de una fría urbanidad, reservaba para ella atenciones tan expresivas que rayaban casi en la ternura.

Mientra hemos zido rivales, ez natural que zucediese... ¡Pero ahora que me ha vito uzté caer en la mizma cuna y por do vece recogío...! No pude menos de sonreír. Comprendí que tenía razón. Habló con la mayor franqueza de su posición y recordó todos los pasos que había dado para agradar a Gloria, haciendo burla de mismo con bastante gracia.

Hoy le cultiva de frente, y hay trozos en su libro, como el de la lucha de los dos pueblos rivales, o el de la entrada del ganado en las mieses, que parece que están reclamando el antiguo y largo metro épico, solemne y familiar a la vez.

Palabra del Dia

vengado

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