United States or Austria ? Vote for the TOP Country of the Week !


De veras que debí darle la peseta... ¡Pobrecilla! Si mañana tuviera tiempo, la buscaría para dársela». El reloj de la Puerta del Sol dio la hora. Después Moreno advirtió el profundísimo silencio que le envolvía, y la idea de la soledad sucedió en su mente a las impresiones musicales. Figurábase que no existía nadie a su lado, que la casa estaba desierta, el barrio desierto, Madrid desierto.

El pobre viejo no alcanzaba por qué medio sería ello; pero con los ojos de la imaginación veía al chico ya vestida la toga de vuelillos blancos, con el birrete puesto, la placa en el pecho y sentado en un sillón de alto respaldo, escuchando informes de abogados que, al dirigirse a él, hablarían con profundísimo respeto... y, de repente, vinieron el descuento, las pérdidas, los atrasos, la jubilación, reduciéndose el futuro juez a empleadillo colocado por el favor de un amigo, y a merced de quien tuviese influjo para quitarle cualquier día la plaza en provecho de otro.

¡Dios mío, qué ángel es usted! dijo Lázaro. ¡Qué perfección! Yo la admiro á usted y la venero, señora. No soy digna de veneración, sino de lástima contestó con mucha amargura. Y dió un suspiro profundísimo que parecía sacar al espacio los misterios encerrados en el Sancta sanctorum de su pecho. ¡Digna de lástima! exclamó el aragonés sorprendido. ¿Pues qué puede usted apetecer? ¿Qué la preocupa?

No pudiendo librar sus brazos de los vigorosos que la contenían, sus dedos se agarraron con rabia epiléptica a lo que encontraban, y querían deshacer y rasgar la sábana y la colcha. El fatigoso mugido iba calmándose poco a poco, las contorsiones eran menos violentas, y por fin, cayó en un colapso profundísimo. La sedación era instantánea, y a la misma muerte se parecía.

A ella le era muy difícil representar y fingir, por lo que su tormento se crecía considerablemente. «No podré, no podré pensaba al dormirse hacer esta comedia mucho tiempo». A la madrugada despertó después de un profundísimo y reparador sueño, y entonces le dio por llorar, haciendo cálculos, representándose con gran poder de la mente escenas probables, y condoliéndose de no poder ver a su amante a todas horas.

¡Llamo la atención! , pensó ella, y se levantó decidida. ¿A dónde vamos, hija? No lo todavía». Al penetrar en las calles bulliciosas, cuya vida y animación convidan a los placeres y a intentar gratas aventuras, sintió la joven que se amenguaba su profundísimo pesar, como el dolor agudo que cede a la energía narcótica del calmante.

Pues bien, dentro de poco te sumiré en letargo profundísimo; el hermano Tiburcio y yo te ungiremos las sienes y la frente con un precioso bálsamo, te tenderemos y te encerraremos en ese féretro que miras abierto en el suelo; y al cabo de poco, si no son falsas mis teorías, aunque nunca corroboradas aún por la experiencia, así como la crisálida rompe la tela que la envuelve y sale convertida en mariposa, aparecerás , mozo robusto y capaz, si tienes brío en el alma, de acometer y de dar cima a las empresas más arriesgadas y espantables.

Calló la voz, y luego se oyó un profundísimo suspiro, que las vihuelas, que con el canto habían terminado su música, no pudieron cubrir con sus acordadas voces, y hubo algún espacio de tan grande silencio, que hubiérase podido oír el vuelo de un mosquito que por allí en aquel punto hubiera pasado; y aún duraba el encanto de la música, y el familiar no sabía qué pensar de lo que pasaba por su poco antes ánima castísima, cuando con más concierto y dulcedumbre que antes, volvieron las vihuelas al ritornelo.

Montones de estiércol y paja rompían a lo lejos la uniformidad del suelo; aquí y allí tapias de ladrillo de color de polvo, letreros industriales sobre faja de yeso, casas que intentaban rodearse de un jardinillo sin poderlo conseguir; más allá tejares y las casetas plomizas de los vigilantes de consumos, y en todo lo que la vista abarca un sentimiento profundísimo de soledad expectante.

Contaba el padre Alelí, historiador desmemoriado y chocho, que aquella noche estuvo D. Benigno durante seis horas seguidas sin moverse de su asiento, con los ojos fijos en las puntas de los pies, y el puño en la mejilla, y tal fue, añade, la duración de su éxtasis, cavilación o modorra, que al dejar aquella actitud tenía marcadas las coyunturas en los rojos mofletes de su cara, y el codo había dejado un hoyo profundísimo en el cojinete del brazo del sillón.