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Actualizado: 24 de julio de 2025


Brillantes, grandes hasta como garbanzos centelleaban arrojando chispas de movilidad fascinadora como si fuesen á liquidarse ó á arder consumidos en las reverberaciones del espectro; esmeraldas del Perú, de diferentes formas y tallado, rubíes de la India, rojos como gotas de sangre, zafiros de Ceylan, azules y blancos, turquesas de Persia, perlas de nacarado oriente, de las cuales algunas, rosadas, plomizas y negras.

Los pámpanos comienzan a amarillear; sopla el viento por las noches y hace gemir una ventana que se ha quedado abierta; el cielo se cubre de nubes plomizas, y llueve de cuando en cuando en largas cortinas de agua. La vieja, sin embargo de que hace mal tiempo, ha salido a la novena. Mejor hubiera sido que no lo hubiera hecho, porque en la puerta de la iglesia le han dado una mala noticia.

Al hablar, sentía la nostalgia del azul negruzco e intenso del Océano, del verde luminoso y diáfano del mar de las Antillas, de la larga ondulación del Pacífico y las aguas plomizas y brumosas de los mares del Norte.

Rojo claro, suele tener manchas plomizas; su tablazón es excelente para edificios y embarcaciones; al labrarla despide un olor muy desagradable, siendo poco apreciada por lo mucho que le ataca el anay. Anagap. De gran magnitud; su madera es amarilla clara; textura fina y rompe en astilla larga. Es poco apreciada en construcción civil. Antípolo.

La mañana seguía cenicienta; nubes y más nubes plomizas salían como de un telar de los picos y mesetas del Corfín, caían sobre la sierra, se arrastraban por sus cumbres, resbalaban hacia Vetusta y llenaban el espacio de una tristeza gris, muda y sorda. «No hace frío», observó Frígilis al llegar a la estación. No llevaba más abrigo que su bufanda a cuadros.

Montones de estiércol y paja rompían a lo lejos la uniformidad del suelo; aquí y allí tapias de ladrillo de color de polvo, letreros industriales sobre faja de yeso, casas que intentaban rodearse de un jardinillo sin poderlo conseguir; más allá tejares y las casetas plomizas de los vigilantes de consumos, y en todo lo que la vista abarca un sentimiento profundísimo de soledad expectante.

Requiérese cierto tacto para comprender el gran idioma de los mares. Uno encuentra triste el Océano cuando, desde las torres de Amsterdam, el Zuiderzée se aparece terroso y con ondas plomizas: cuando, desde los méganos de Scheveningen, divísanse desplomarse sus aguas, dispuestas á cada momento á salvar el dique.

De gran magnitud, madera rojiza con vetas plomizas, es blanda y poco resistente, sólo se emplea para cajones y construcción de pancos; cortada su madera se vuelve negra, es muy apreciada en la ebanistería para muebles finos. Malabonga. De segundo orden, muy abundante; pero poco apreciada por ser muy atacada por el anay. Mangachapuy. De primera magnitud, de color blanco y colorado.

Palabra del Dia

malignas

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