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'invicto. Parte XIII. 'ABINDARRÁEZ. Parte XIII. Alora, y no Álora, como se dice hoy. Lope recuerda un verso famoso: mensajero eres, amigo, No mereces culpa, no, que "es un antiguo proverbio con que la poesía épica castellana proclamaba habitualmente la inviolabilidad del mandadero según el derecho de gentes."

Es religioso con la devota, a quien obsequia con primorosos rosarios y virgencillas de plata; dicharachero y juguetón con la coqueta, a quien agasaja con adornos y telas; espléndido con la interesada, y aquí de las alhajas; adulador con la vanidosa, romántico con la poética, mañoso con la esquiva; y se amolda tan por completo al genio de la que corteja, que sentando con ella plaza de mandadero, luego queda convertido en prior.

Y al decir esto, señalaba a un pillete mandadero, inmóvil a corta distancia, con un capón gordo y lustroso en los brazos. Doña Manuela avanzó el labio superior en señal de desprecio. ¡Valiente compra! ¿Y eso es para todas las Pascuas? No te arruinarás... ni llenarás mucho el estómago. No todos son tan ricos como , marquesa, ni pueden ir a la compra con un par de criados.

¡Qué pequeños y miserables conceptuaba, comparados con él, al estudiante de primer año que debía servirle de amanuense y que era un comprovinciano suyo y al gallego Manuel que le servía de mandadero! Ambos no le llamaban sino el doctor, como obligaban las tablillas que tenía a la puerta, y le halagaba que no le olvidaran el título ni aun en la más insignificante emergencia de la vida.

A estos militares pensó Martín no les gusta que un paisano haga cosas más difíciles que las suyas. Irán ustedes a Logroño y allí veremos si identifican su personalidad. ¿Qué tiene usted? ¿Está usted herido? . Ahora vendrá el físico a reconocerle. Efectivamente, llegó un doctor que reconoció a Martín, le vendó, y redujo la dislocación del mandadero, que gritó y chilló como un condenado.

En vano Tablas llenaba de aguardiente los cuerpos de uno y otro mandadero, sin olvidar la conquista de los alcaides por medio de merendonas y duros; en vano se hacían trabajos en esfera, más alta, dirigidos a ablandar o corromper a sujetos de mayor categoría. Tantos esfuerzos reunidos dieron al fin el resultado feliz que todos deseaban; pero hay indicios seguros de que el Sr.

El era un señorito, un intelectual, una futura eminencia. ¿Qué dirían sus amigos, aquellos camaradas de café, si le veían en la calle cargado como un mandadero?... Pero Isidro hizo un gesto de indiferencia, a pesar del pavor que le inspiraban estos encuentros. Que hablasen lo que quisieran: deseaba ayudarla, servirla de algo.