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El interés de V. es demasiado para ser de reflejo. Noto también que es muy desigual: menos que mediano por Mirtilo; inmenso por Clori. ¡Ay, tío, tío! ¿Si querrá V. jugar una mala pasada al pobre zagal? Todo se sabe. Sobrina, no disparates, interrumpió el Comendador. Yo no disparato.

Más tardó en hablar don Quijote que en acabarse la cena; al fin de la cual, uno de los cabreros dijo: -Para que con más veras pueda vuestra merced decir, señor caballero andante, que le agasajamos con prompta y buena voluntad, queremos darle solaz y contento con hacer que cante un compañero nuestro que no tardará mucho en estar aquí; el cual es un zagal muy entendido y muy enamorado, y que, sobre todo, sabe leer y escrebir y es músico de un rabel, que no hay más que desear.

Por fin, sus ojos podían dar paso a las lágrimas que se agolpaban a ellos, y deslizándose por sus mejillas caían en el vino. Es verdá, Fermín, estoy loco. Suelto bravatas y... na: soy un mandria. Mira cómo estaré, que un zagal me pegaría. ¿Qué he de matar yo a Mariquita? Ojalá tuviera entrañas negras para eso. Después me matarías , y toos descansaríamos.

El tío Goro, viéndola tan feliz, sonreía y se olvidaba de que las judías no tenían sal y los puches estaban medio crudos. Nolo la preparaba de vez en cuando alguna sorpresa, un mirlo con su jaula, un jilguerito, una pareja de palomas torcaces. Pero lo que le dió más alegría, lo que hizo realmente época en su vida, fué el regalo de un corzo de cría que el zagal había logrado cazar.

Le habían criado para bestia; a los siete años era ya zagal en los cortijos o pastor en la sierra; hambre, golpes y fatiga. Y yo quiero saber, don Fernando; quiero ser hombre y no afrentarme viendo trotar las yeguas en la era y pensando que somos tan irracionales como ellas. Todo lo que nos pasa a los pobres es porque no sabemos.

Reunióse en la cocina la familia con los jornaleros y Felicia se dispuso á darles de cenar. El tío Goro y Nolo se sentaban en el escaño que tocaba con el lar. Debajo de ellos y entre sus piernas los dos pequeños. Enfrente y en sendas tajuelas el cantero y el zagal del ganado. En cuanto á Felicia, andaba de un lado á otro sin sentarse jamás, ni aun después de hacer plato á todos.

En fuerza de trabajar como bracero y de rodar por las gañanías errante como un gitano, siempre seguido de su hijo Rafael, que se empleaba en las faenas de zagal, había acabado por ser aperador de un cortijo pobre: asunto, como él decía, de matar el hambre sin tener que doblarse ante el surco, debilitado por una vejez prematura y por los rudos lances de la conquista del pan.

El mayoral grita como un dragon, sacudiendo las riendas y el foete, agitando en una convulsion rabiosa todo el cuerpo; el zagal le acompaña en gritos, movimientos y reniegos; y el delantero, que les sacude tambien á veces á las mulas que están á su alcance, redobla la actividad para apurar la carrera.

Allí hube de tomar por primera vez esa máquina infernal que se llama diligencia y que caracteriza vigorosamente á uno de los tipos mas curiosos, tipo que se divide en tres entidades homogéneas pero diversas: el mayoral, el delantero y el zagal. Francamente, creo que Santo Domingo de Guzman, Felipe II y el amable Torquemada no entendian el oficio.

-Bien la conozco -dijo Sancho-, y decir que tira tan bien una barra como el más forzudo zagal de todo el pueblo. ¡Vive el Dador, que es moza de chapa, hecha y derecha y de pelo en pecho, y que puede sacar la barba del lodo a cualquier caballero andante, o por andar, que la tuviere por señora! ¡Oh hideputa, qué rejo que tiene, y qué voz!