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Según los anales etiópicos, allá en tiempo del Rey Salomón, hubo en Etiopía una señora llamada Makeda que no fue otra sino la misma reina de Sabá, la cual visitó al monarca de Israel, examinó y tomó el pulso a su sabiduría poniéndole mil acertijos y enigmas, y le enamoró además, hasta el punto de volver ella a su país muy ilustrada y en estado interesante.

Creo que le Tas ha encontrado un doméstico. Mañana irá a informarse y uno de estos días hablaremos de ello. Al día siguiente, le Tas tomó el tren de Corbeil. Se hospedó en el hotel de Francia y se puso inmediatamente a recorrer la ciudad. Visitó las papelerías, compró flores a todos los jardineros y se paseó por todas las calles.

Ha pasado mucho tiempo continuó . Ese inglés se apareció en Cádiz; nos visitó. Visita hoy con mucha frecuencia la otra casa, y en ella es amado... Esto te parece increíble, absurdo. Pues es la cosa más sencilla del mundo.

No encontrando lo que buscaba en lo que parece más alto, descendió de escalón en escalón, visitó lugares donde había estado algunas veces y otros donde no había estado nunca. Halló caras conocidas y amigas, caras desconocidas y repugnantes, y a todas pidió noticias, buscando remedio al tifus de curiosidad que le consumía.

Las calles de Richelieu, Vivienne, Montmartre y otras ciento, tienen, despues de las doce de la noche, una luz dudosa y opaca; esta es la verdad. Continuemos nuestro paseo por la gran ciudad. La fisonomía de Paris cambia todos los dias, hermoseándose; el que hace seis años visitó sus monumentos y sus calles, encuentra hoy tantas reformas y novedades, que apénas puede reconocerle.

Residió algunas semanas, inolvidables para él, en la ciudad del Ilyso; visitó luego parte de la Grecia septentrional, y se detuvo algún tiempo, durante la primavera, en el valle encantador del Eurotas.

Hambrienta como toda persona débil, como todo organismo pobre, de excitaciones, novedades y acontecimientos, divirtiole en extremo la relación nueva de Lucía, y las raras peripecias de su viaje, y el registro de sus galas de novia, que visitó sin perdonar una, examinando los encajes de cada chambra, los volantes de cada traje, las iniciales de cada pañuelo.

¡Mi querida Mina! ¡Qué casualidad encontrarnos!... Vengo de Nueva York, para embarcarme en San Francisco. Voy al Congo.... Y ruborizándose por este absurdo rodeo geográfico, se apresuró á añadir: Quiero cazar donde no cazó el coronel Roosevelt. Voy á correr los países que él no visitó nunca.

Visitó primero a Pedro Carvallo, le enteró del enfado de la Reina y en nombre de su Alteza y con pleno y libre consentimiento de doña Sol, le intimó que desistiese de sus pretensiones y persecuciones. Duarte de Mendaña, más severamente aún y con no menor recato, habló con Morsamor, le robó de parte de doña Sol toda esperanza de ser amado de ella y le exigió que no siguiese pretendiéndola.

Se podría adornar con ellas un centenar de sombreros de precio. El antiguo obrero «consciente» reaparece á través de esta admiración. ¡Ah, el dinero!... Hasta en la muerte nos separa. ¡Y pensar que cuando yo visito á mi pobrecito hijo sólo puedo llevarle ramos de violetas de á diez céntimos!... Veo á la duquesa al pasar ante la puerta de su camarote.