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Sabía el odio que le consagraba el de Pernueces y la admiración de que este odio iba acompañada. Le divertía y le convenía la inquina de Ronzal, gran propagandista de la leyenda de que era Mesía el héroe; y aquella leyenda era muy útil, para muchas cosas.

Sus amigos no podían con él; estaba furioso; poco faltaba para que insultase a los que le contradecían, y su numen paradójico se excitaba hasta un grado de inspiración que le hacía parecer un propagandista de la secta de los tembladores. El que mejor replicaba ¡parece increíble!, era Maxi, que se quedó en el café más tiempo del acostumbrado, retenido por el interés de la polémica.

En los males imaginarios, el empresario del remedio es, por supuesto, el más entusiasta y el más infatigable propagandista del peligro: cada cual se preocupa de hacer creer en la realidad del infierno de que puede sacar penados, siendo al mismo tiempo el más ardoroso negador de la existencia de los otros infiernos de que sacan otros especialistas.

Ya no se indignaba: parecía aterrado por las palabras de Luna. ¡Gabriel!, ¡hijo mío! exclamó . Eres más verde de lo que yo creía. Piensa en dónde estás; fíjate en lo que dices. Estamos en la Iglesia Primada de las Españas.... Pero Luna había tomado impulso al remover sus recuerdos históricos y no se detenía, arrastrado por su ardor de propagandista.

El libro escogido fué LA BARRACA, é interesado por su lectura, el señor Hérelle casi perdió su tren. Volvió á escribirme, y tampoco contesté, acaparado por los accidentes de mi vida de propagandista. Pero Hérelle, tenaz en su propósito, repitió sus cartas. «He de contestar á ese señor francés me decía todas las mañanas . De hoy no pasa

¡Un príncipe!, ¡pues ya! dijo con sorna el general . ¿Por qué no han de llamarse las cosas por sus nombres? Lo que será es un carbonario, un propagandista, una verdadera plaga. ¿Y de dónde es ese príncipe?

Está agotado; y además, tenemos al clero y a los maestros de escuela sin pagar, medio siglo hace. Y a ¿qué me importa? Lo que usted debe tener presente es que mi recomendado es en su pueblo el mejor agente de la política del Gobierno; que es un incansable propagandista de ella, y que tal vez a sus esfuerzos heroicos debo yo mi elección.

La bella y santa idea de la Fraternidad humana en todas sus aplicaciones debe encontrar en el misionero evangélico su más entusiasta propagandista; y así es como este apóstol logrará llevar a los altares de un Dios de paz a un pueblo dócil, regenerado por el trabajo y por la virtud, al campo y al taller, a un pueblo inspirado por la idea religiosa que le ha impuesto, como una ley santa, la ley del trabajo y de la hermandad.

Alguien ha dicho que amores desgraciados la empujaron a la devoción primero, a la caridad propagandista y militante después. Mas Zalamero asegura que esta opinión es tan tonta como falsa. Guillermina, que fue bonita y aun un poquillo presumida, no tuvo nunca amores, y si los tuvo no se sabe absolutamente nada de ellos. Es un secreto guardado con sepulcral reserva en su corazón.

Sin duda, el flexible y tornadizo espíritu de la mujer se plegó a unas amonestaciones como se había sometido antes a otras. ¿Supieron el fracaso del propagandista sus superiores jerárquicos? ¿Le consideraron inútil para desengañar del mundo a herederas de millones? Un día se notó su falta a la hora de la comida, los demás hablaron de él como miembro que se amputa, y luego le rezaron por muerto.