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Eso no vale na, ¡embustero! decía reprobando un capeo mal dado. ¡Arza der suelo, cobardón!... A ve, que le den vino pa que se le pase er susto gritaba cuando un muchacho persistía en seguir tendido luego de pasarle el toro sobre el cuerpo.

El legislador no ha de discutir, sino mandar. Ni es propio de él establecer las leyes con disputas, sino en virtud de su autoridad. Sus graves asuntos no piden aplausos ruidosos como en el teatro, sino disposiciones encaminadas al bien del pueblo. Masdeu, XIII, 277. Aschbach, Geschichte der Ommaijaden, s. 272. Masdeu, XIII, 198.

Haré too lo que sepa murmuraba Gallardo con falsa modestia . Yo creo que no quearé mal der too. El apoderado intervenía, con la brava ceguera de su fe: Quearás como las propias rosas... como un ángel. ¡Si te metes los toros en el bolsillo!... Luego, los entusiastas de Gallardo, olvidando por un momento la corrida, comentaban una noticia que acababa de circular por la ciudad.

Observaciones varias, de J. Tieck, sobre el drama español en las Dramaturgischen Blättern, y en el prólogo á la Leben des Marcos de Obregón. Solger, Crítica de las lecciones de Schegel en sus Gessammelten Schriften: Leipzig, 1829. Val. Schmidt, Uebersicht und Anordnung von Calderon's Dramen, en el Anzeigeblat der Viener Jahrbüche de 1822.

Muy apreciada debía de estar aquí la buena pintura cuando el papa Martín V mandó a don Juan II como gran obsequio un pequeño tríptico de Rogerio Van der Weyden.

No era una pelandusca; es la sobrina der marqués, una partidaria del maestro, y los toreros ya sabe usté que han de estar bien con la gente que puede. Hay que vivir der público. ¿Qué mal hay en esto?... Aluego, en er cortijo, ¡na! Se lo juro a usté por los míos: ¡na! ¡Güeno soy yo pa aguantar ese mochuelo, aunque me lo mandase mi mataor!

Su pobreza ansiaba vengarse en esta noche extraordinaria, y todos ellos vociferaban dirigiéndose a los cafés llenos de gente acomodada, a los clubs donde se reunían los señoritos: ¡Aquí están los macarenos! ¡Que vengan toos a ver lo mejó der mundo! ¡Viva la Virgen!

Allí no hubo mas que desensia. ¡Hombre, no fartaba más sino que a un siudadano como yo, que yevo a las urnias más de cien votos de mi barrio, le acumulasen que es amigote der Plumitas! La señora Angustias, vencida por las protestas del Nacional y poco segura de esta última noticia, acabó por no creerla. Bueno; nada del Plumitas. ¡Pero lo otro! ¡La ida al cortijo con aquella... hembra!

Por dicha, el Conde de Casa-Valencia, con el discurso que leyó antes, recompensó, con paga adelantada y no viciosa, la paciencia que gastasteis en oírme; y no dudo que seguirá pagando este favor, auxiliándonos en nuestras tareas, con la discreción y laboriosidad que le son propias y con la erudición y el ingenio de que nos ha dado hoy gallarda muestra. Den lieb' ich, der Unmögliches begehrt.

Tampoco enumeraremos, por el mismo motivo, las restantes obras de Matos Fragoso, que forman largo catálogo, apuntando tan sólo dos: El marido de su madre, cuyo argumento es la conocida leyenda de San Gregorio en la Piedra, que ha servido también de fundamento á nuestro poema alemán de Hartmann von der Aue, y El yerro del entendido.