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Todos los días vienen de Niza en un landó de dos caballos, y como si no tuviesen bastante con el juego del Casino, se colocan una tabla forrada de verde sobre las rodillas y sacan la baraja. ¡Jugar al poker ante el paisaje de la Cornisa, que las gentes vienen á ver de todas las partes del mundo!... Y nuestro artista, cuando hace el cuarto con los dos ingleses y una vieja miss, pierde ante el Mediterráneo, dorado por la puesta de sol, todo lo que le ha producido algún concierto en Cannes ó en Monte-Carlo.

Este último argumento me pareció tan contundente, que dejando mis antiguas preocupaciones contra las cartas, resolví profesar esa nueva religión de ases y damas. Pero yo nunca había tocado una baraja francesa. Detestábalas de todo corazón.

Hace usted mal le dice un mirón . Eso lo que demuestra es la fuerza de la baraja. Ya ve usted si será fuerte el encarnado, que ni a dos puede ganarle el negro. ¿Cuántos encarnados van? pregunta alguien. Cuatro. Es una racha. Hay que aprovecharla... Llueven sobre el encarnado fichas, placas y billetes. Los postores de grandes sumas las hacen asegurar.

Hace sufrir el vértigo del infinito, lo mismo que cuando se mira arriba con el telescopio ó abajo con el microscopio. ¿Sabe usted cuántas combinaciones pueden hacerse con una baraja de cincuenta y dos cartas?... No cómo decírselo: ni el diccionario ni la aritmética conocen esta cifra por inútil, pues está mas allá de los cálculos humanos.

Era este el único vicio grave que las tías habían descubierto en la joven y ya se le había cortado de raíz. Cuando doña Anuncia topó en la mesilla de noche de Ana con un cuaderno de versos, un tintero y una pluma, manifestó igual asombro que si hubiera visto un rewólver, una baraja o una botella de aguardiente. Aquello era una cosa hombruna, un vicio de hombres vulgares, plebeyos.

¡Ah, no recordaba! Cierto, cierto... mañana San Roque... ¿De modo que hoy no podemos echarla? Aguardando toda la tarde. , ... lo creo... No me fué posible. Tuve que hacer una visita á mi primo César manifestó D. Félix poniéndose de nuevo sombrío. Si usted quiere... Aquí traigo baraja gruñó don Prisco llevando la mano con vacilación á las alforjas.

¡Vamos, vamos, tomad una taza de y retened vuestra lengua, os ruego! dijo la alegre señora Kimble, sintiendo cierto orgullo de tener un marido que la reunión debía considerar como de los más hábiles y divertidos. ¡Lástima que fuera tan irritable cuando jugaba a la baraja!

Con la pica le lleva gran ventaja Urambìa; mas es tan animoso, Que los golpes y botes le baraja, Con un ardid y esfuerzo valeroso. De sangre el verde prado ya se cuaja, El Sol encubre el rostro luminoso, Viniendo ya la noche obscurecida, Y no vemos victoria conocida.

Yo también tenía mis horas canónicas en el cuartel de guardias de Corps: el cigarro era el incensario, la baraja el libro de coro, y nunca me faltaban otras devociones y ejercicios más o menos espirituales.

Pero como no sucedía así, los meses corrían y hasta los años, y Cafetera, lejos de llegar á capitalista, perdió los últimos pingajos de su vestido, ganando en cambio muchas nociones de baraja y no pocos títulos de borracho sobre el que ya tenía bien merecido. Entonces comenzó á mirar con desaliento la mezquindad de la Dársena, y la penuria de su explotación legal.