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El mar llora sus perlas; las nubes sus fluídos; llora la tierra gemas de ardiente claridad, y llora el firmamento luceros desprendidos, y llora entre sus risas también la humanidad. ¡Benditas sean las lágrimas! Cayendo persistentes en río se convierten tras lenta filtración, y en ese río santo, ocúltanse latentes tesoros no apreciados de luz y redención. Madrileño.

El Padre Montero me miró con extrañeza y que sus trémulos labios iban a formular una pregunta; pero en ese momento el ave movió las alas, que brillaron a la luz del ocaso, como si cayera una cascada de gemas dentro de una hoguera, y tendió el vuelo en dirección nuestra.

Guíame al prado de tu optimismo, donde el buen Emerson, todo sonrisa, dijo su misa, que era la misa de su pietismo... ¡Santa mañana, reina ideal, vaso de lirios en eclosión, arca de gemas y de cristal, por suspira mi corazón! Reina inmortal, manda a mi pluma tu tentación, toda la excelsa luz de tu edén; libra mis sueños de todo mal, y haz que a tu diestra me siente. Amén. Padre y señor.

La baraja me hace contemplar magnificencias como no las soñaron los cuentistas persas. Sus colores son montones de gemas preciosas. Las más de las veces pierdo y la orquesta me acompaña en sordina, con una marcha fúnebre de hermosa desesperación; pero á los pocos compases, esta marcha se convierte en himno triunfal: la salida del nuevo sol, la resurrección de la esperanza.

Y en el arpa divina de Darío, ruido de encajes y frufús de seda, música de cinceles sobre el mármol y murmurio de risas y de gemas, canción de cisnes sobre el quieto estanque al paso de las "púberes canéforas", arpegio de violines cortesanos y vibración de cítaras helenas.

El rito comenzaba. Un obispo acercose al altar. Los diáconos le tomaron la admirable mitra cuajada de gemas simbólicas ofrecida por el Cabildo. Poco después densa nube de incienso ascendía en el espacio luminoso como en los primeros sacrificios de la Antigua Ley.

¡No morirás...! No temas que extrañas manos roben tus collares de gemas y maten de un hachazo tu árbol tradicional: los que guardan su libro de gestas legendarias y tienen por reductos las selvas milenarias, clarinearán mañana una marcha triunfal...

En la quietud calma de la hora el poeta relee sus poemas, y con sus ojos, que parecen gemas, los negros signos que escribió devora. De la lectura de sus versos goza besando aquellos que le mienten gozo, y ante los tristes con pesar solloza poniendo el alma toda en un sollozo. Una ténue sonrisa se dibuja en sus pálidos labios sensuales al murmurar sus rimas musicales;

Poco a poco el trato diario con las gemas llegó a hacerle amar las tareas del artífice, y seguía con ardor las íntimas delicadezas del engarce. Pero cuando la joya estaba concluída debía partir, no era para ella, caía más hondamente en la decepción de su matrimonio. Se probaba la alhaja, deteniéndose ante el espejo. Al fin la dejaba por ahí, y se iba a su cuarto.

Crúzase, por ventura, con la hermana Lucidia, y le dice, al paso, sin detenerse: Grandes nuevas han llegado. Nos uniremos en himeneo, ángel consolador. Nuestro tálamo estará labrado en sándalo; digo, ¡qué impropiedad!, en otras maderas preciosas y adornado con gemas orientales. Ya está Apolonio en la fuente de los laureles, llenando con agua apócrifa la botella de agua de Vichy.