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En primer lugar me remito a Emerson y a Víctor Hugo para el que busque elogios. Añadir es casi imposible. Declaro con sinceridad que en España no creo que hay en el día más que un hombre que, si se pone a encomiar a Shakspeare, acierte a decir algo que supere a Víctor Hugo y a Emerson en epinicios agigantados y en hipérboles sonoras.

La democracia en lo político, el liberalismo en lo moral, el laicismo en lo pedagógico y la justicia en lo social, fueron los cimientos cardinales de su vasta obra de apóstol y de pensador, orientada en el sentido educacional de Sarmiento y eticista de Emerson. Su virtud y su sencillez fueron tan grandes como su consagración al estudio y a la enseñanza; fue, siempre, un varón justo.

Esbozamos simplemente, sin mayor pretensión, la obra junto al hombre. Eticista a la manera de Emerson, con quien se le ha encontrado tanto parecido aunque no es tan exacta la semejanza, será el Emerson del sur, más propiamente, el Emerson argentino.

"Solamente podemos ver fuera lo que tenemos dentro", dice Emerson; cuando estamos llenos de rencor, de iniquidad o de imbecilidad, en todas partes los encontramos; cuando estamos llenos de diablos y fantasmas, los vemos y los sentimos en todas partes, porque a todas partes los llevamos.

El remanente de riqueza retenido para las necesidades nacionales por la supresión del "drenage del ahorro para la expiación del pecado", vino a ser para las naciones del Norte de la Europa Central, que habían sido hasta entonces las más pobres, el comienzo de una prosperidad creciente hasta nuestros días, particularmente acelerada con el refuerzo del "self-help" por el empleo del vapor, que "es casi un inglés", como dijo Emerson.

El ser bueno da gusto, y lo hace a uno fuerte y feliz. «La verdad es dice el norteamericano Emerson que la verdadera novela del mundo está en la vida del hombre, y no hay fábula ni romance que recree más la imaginación que la historia de un hombre bravo que ha cumplido con su deber

Shakspeare, dice Emerson, es en historia natural una producción del globo que anuncia nuevas mejoras; alguna casta nueva, con relación a la cual seamos los hombres de las demás castas lo que el mono es con relación al hombre.

Van ya publicados en ella escritos de Schopenhauer y de Baltasar Gracián, y se anuncian como en prensa, varios de Nietzsche, Ibn Geribol, Emerson, Leopardi, Vives, Stiner y otros, tan opuestos en sus ideas que de lo menos que podemos acusar al editor es de parcialidad, antes bien aparece dotado de un sincretismo que nos inspira simpatía.

Es como si un español escribiese un libro sobre los Estados Unidos, y sin acordarse de Washington, de Franklin, de Lincoln, de Grant, de Emerson, de Poe, de Edison, de Chaning, de Whittier y de otros muchos ilustres personajes; de sus nobles y hermosas mujeres, de sus grandes ciudades, de sus monumentos, de su riqueza, de su prosperidad, de las bellezas naturales de su territorio, de la anchura del Hudson y del Misisipí, y del salto del Niágara, recordase sólo la abundancia de cerdos que se crían y se matan en Chicago y titulase su libro El país del cerdo.

Y el que saque de este cuento otra lección mejor, vaya a contarlo en Roma. Cada uno a su oficio Fábula nueva del filósofo norteamericano Emerson