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A estas interrogaciones que, al cabo, no me decido á formular, los ojos burlones y penetrantes de Sardou parecen responder: No se apure usted; no se inquiete usted; lo extraordinario no ha existido jamás. Schélling tiene razón: «Todo es uno y lo mismo

El marqués paróse delante de ella, agitadas las manos por un ligero temblor, encendidas la frente y las mejillas, porque la cólera había acabado por trastornarlo, y siempre balbuciente ensayó formular una disculpa.

En cuanto a la fidelidad de las citas, su conciencia no le dejó defenderse con igual energía. Balbuceaba al formular sus excusas. Bien pudiera ser que hubiese equivocado el nombre de algún autor, que hubiera atribuido a unos lo de otros... Pero el marqués le interrumpió enérgicamente: No; repito que el libro está muy bien. ¡Si lo sabré yo!

Vió que Gurdilo conversaba en voz baja con un viejo senador de palabra balbuciente y aspecto caduco, el cual daba fin muchas veces á las discusiones más intrincadas con una solución de sentido vulgar, conocida de todos, pero que todos habían olvidado. El anciano, después de oir al tribuno, se levantó para formular una proposición que podía satisfacer á los dos bandos.

Formaremos cabal concepto de la utilidad de dichas reglas, si consideramos que quien raciocina no las recuerda, si no se ve precisado á formular un argumento á la manera escolástica, cosa que en la actualidad ha caido en desuso.

Cuando le venía al pensamiento la idea de formular su petición, se empapaba todo su ser en repugnancia, como si por los poros le entrara un licor asqueroso y amargo y corriese por sus venas y le subiera al paladar. Varias veces quiso hacer su demanda y faltáronle fuerzas para ello. Hasta pensó no decir nada y huir de aquella casa.

Y esta actividad general comprendía también á las mujeres, que dedicaban al servicio de la patria su labor en fábricas y hospitales ó su inteligencia más allá de las fronteras. Ferragut, sorprendido por esta revelación brutal, quedó silencioso, y al fin se atrevió á formular su pensamiento. Según eso, ¿ eres una espía?... Ella acogió con desprecio la palabra.

Así, con sencillez, sin dar importancia alguna a sus indicaciones. Cuando él titubeaba antes de formular una proposición, rebuscando palabras para hacerla más suave, ella había salido a su encuentro, abriéndole el camino rudamente. Fernando movió la cabeza con gravedad, lo mismo que si se tratase de un lance de honor. Muy bien; a las doce llegaría puntualmente.

Solís, que era una autoridad científica de su época, el primer sabio oficial en las cosas del mar, explotaba su prestigio desde Sevilla, aprovechando todas las ocasiones favorables para formular una petición. Don Fernando el Católico, a su demanda, le concedía los bienes de un vecino que se había suicidado. En aquellos siglos, la fortuna del suicida pasaba a la corona.

Clementina pretendía que Osorio le hablase. Este creía que era ella quien debía pedirle cariñosamente una explicación antes de formular ninguna queja. Después de algunos días de vacilación, al fin se decidió la esposa a dirigir algunas palabras a su padre, si bien con cierta indecisión y embarazo, pues conocía bien el carácter de éste y mejor aún el suyo propio.