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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Lo que estaba pasando por el alma de la hija de Osuna confirma bien la idea que acabamos de formular. Después de experimentar aquel trastorno gástrico, hijo de la excitación en que se hallaba, cayó en profundo desfallecimiento físico y moral.
La emoción de la joven se hizo tan fuerte que su garganta no pudo dar paso a ningún sonido; entonces, sintiéndose incapaz de formular sus pensamientos y de substraerse a las sensaciones que la agitaban, le tendió la mano, cerrando los ojos. ¿Qué podía decir, además, si no se reconocía en el derecho de pronunciar las palabras que a sus labios subían de su corazón?
Pero él, pagado de las vanidades sociales y seducido por la voz del egoísmo, no había atendido a este ruego que la desdichada mujer no se había atrevido a formular con sus labios. Sentía ira profunda contra sí mismo y se apellidaba interiormente con los adjetivos más injuriosos y humillantes.
Cuando en el campo de la moral luchan la verdad y el error, si el Estado destruye la posibilidad del equilibrio prestando al error su apoyo, el antagonismo necesariamente ha de formularse en persecucion; y cuando la verdad perseguida renuncia al derecho natural de la resistencia, el vencimiento se ha de formular necesariamente en martirio.
Las mujeres duran poco; son como los pitillos: cuando se llega a más de la mitad, todo es ceniza, y hay que tirarlos. ¿Digo mal, caballeros? Todos aprobaron la sabiduría del chamarilero. Cuando Isidro creyó llegado el momento de formular su petición, el tío no la acogió del mismo modo que la otra vez.
Y sin darle tiempo a formular nuevas protestas y negativas, le cogió la mano, le puso en ella la moneda, cerrole el puño a la fuerza, y se alejó corriendo. Ponte no hizo ademán de devolverle el dinero, ni de arrojarlo.
¿Quién es sor Ana? preguntó el magistrado, que había dejado pacientemente a la verbosa señora formular el interrogatorio. Sor Ana Brighton, su antigua maestra inglesa. ¿Dónde está? No sé. En el sobre estaba el nombre del lugar, un nombre extranjero. ¿Usted tampoco sabe esa dirección? preguntó el juez, volviéndose hacia el Príncipe Alejo. La ignoro, pero... Su ansiedad parecía ir calmándose.
No llegaba visitante á su casa para ver al subteniente, sin que el viejo dejase de formular la misma petición: Cuéntanos cómo te hirieron... Explica cómo mataste al capitán alemán. Julio se excusaba con visible molestia. Ya estaba harto de su propia historia.
Adivinó que su hijo aún se acordaba de ella. «¡Y no poder traérsela!...» El padre rígido del año anterior se contempló con asombro al formular mentalmente este deseo inmoral. Pasaron un cuarto de hora sin soltarse las manos, mirándose en los ojos. Julio preguntó por su madre y por Chichí. Recibía cartas de ellas con frecuencia, pero esto no bastaba á su curiosidad.
Prefirió un desconocido; acudió a la capilla de las Victorias. Vino un sacerdote viejo, algo encorvado, con cejas canosas, espesas, sobre unos ojos muy pequeños que brillaban inexpresivamente en las órbitas hundidas. Se metió, sin mirarla, en el confesionario, y comenzó a formular preguntas, rápidamente, sin atender casi a las respuestas que recibía.
Palabra del Dia
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