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El Padre Montero me miró con extrañeza y que sus trémulos labios iban a formular una pregunta; pero en ese momento el ave movió las alas, que brillaron a la luz del ocaso, como si cayera una cascada de gemas dentro de una hoguera, y tendió el vuelo en dirección nuestra.

No se esfuerce en negarlo: nada tiene de raro que me traten de ese modo... ¡Las mujeres estamos tan expuestas á la calumnia!... ¡Nos creamos tantos enemigos al no querer acceder á ciertos deseos! Elena había tomado un tono de dulce ingenuidad al formular sus quejas, como si estuviese bajo el peso de las más injustas persecuciones.

La Serafina sirvió de fundamento á Signorelli, para formular una crítica errónea acerca de todas las obras de Torres Naharro. Verdad es que la mezcla de cuatro idiomas le da un aspecto extraño, y que siempre debe calificarse de una mala inteligencia de este poeta. La acción adolece también de inverosimilitud y de rasgos de mal gusto.

En cambio, ¡la mirada autoritaria y cruel!... ¡la voz, que parecía un esquilón fúnebre al formular sus pavorosas recomendaciones!... El implacable director iba a poner las armas en sus manos dentro de breves momentos, pero antes dictó a uno y a otro los detalles del combate, para que no surgiesen errores.

Varias veces temblaron sus labios para formular la pregunta. Una vergüenza invencible la detenía. Deja el libro, hija mía: estarás fatigada dijo al cabo. Y su voz salió de la garganta temblorosa como si hubiese pronunciado alguna frase grave. Lo estará usted de oir. Yo no: a Dios gracias, tengo sana la garganta.

Pero una vez satisfechas su vanidad y su imaginación, dejaban hablar al egoísmo. «¿Por qué he de ser yo menos egoísta que las otras?...» No necesitaban de astucias y circunloquios para formular su petición. Algunas, á la segunda entrevista, se mostraban melancólicas y aludían á las tristes realidades de la existencia. Pero el generoso príncipe se anticipaba á sus deseos.

Y las impías proposiciones que su amigo sustentaba le llegaban tan al alma, turbaban de tal manera sus facultades, que apenas tenía alientos para formular un argumento. Estaba consternado: su corazón se iba apretando de pena. Aquella noche Moreno parecía un demonio terrible y batallador, escupiendo con furia sus blasfemias, manifestando con cinismo infernal su odio a los misterios de la religión.

El sacerdote podía aconsejar; el hombre no sabía formular la frase, y en tanto la mujer aguardaba en vano, mirándole cada instante con más cariño, hermosa, inmóvil, sin explicarse en su mejor amigo la obstinación de aquel silencio. Dejó entonces caer la cabeza sobre el pecho, miró al cura reconviniéndole dulcemente, y le dijo: «Voy a hablar con mamá

Es probable que nada de esto fuera objeto de aquellos íntimos debates: no hacían sus voces otra cosa que expresar mil inquietudes interiores, pintar ciertas turbaciones del espíritu, formular preguntas intensamente apasionadas, cuyas réplicas aumentaban la pasión; confesar secretos, cuya profundidad crecía al ser confesados; hacer juramentos, manifestar ciertas dudas, cuya resolución daba origen á otras mil dudas; pedir explicaciones de misterios, que engendran misterios sin fin; explicar lo inexplicable, medir lo infinito, agotar lo inagotable.

Papá se había encontrado sin duda algo desconcertado al ver a Roberto, pues, seguramente, tenía todavía sobre el peso de la pérfida carta de la tía; había hecho un ademán de negativa al oírle formular su petición; pero, en el mismo instante, Marta se había presentado. ¡Cuán pronto había vuelto a encontrar sus fuerzas, la pobre enferma, que, pocos minutos antes, yacía agotada en el sofá; cuán pronto había olvidado las penas, los dolores que sufrió durante años!