United States or Guadeloupe ? Vote for the TOP Country of the Week !


Junto a él estaba el ayudante, el que completaba su cuadrilla, un mozo pequeño y vivaracho, de simiesca agilidad, apodado Chispas, que no pensaba, como los otros, en el trabajo de los tejares, sino que, admirando a su maestro, deseaba continuar la caza todo el año.

Era una mujer entre los cuarenta años y los cincuenta, que todavía guardaba vestigios algo borrosos de una belleza ya remota. Su obesidad desbordante, blanca y flácida tenía por remate una cabecita de muñeca sentimental; y como gustaba de escribir versos amorosos, apresurándose á recitarlos en el curso de las conversaciones, sus enemigas la habían apodado «Cien kilos de poesía».

El suceso ocurrió en 1806. El día de la Trinidad, por la mañana, se presentó a la vista de la ciudad de Ibiza una fragata con bandera inglesa, dando bordadas, fuera del alcance de los cañones del castillo. Era la Felicidad, el navío del italiano Miguel Novelli, apodado «el Papa», vecino de Gibraltar y corsario al servicio de Inglaterra.

Este viejo apodado «Caracol» otro amigo antiguo de Ferragut era el cocinero de á bordo, y aunque no se atrevía á tutear al capitán, como en otros tiempos, la expresión de su voz daba á entender que mentalmente seguía usando de esta familiaridad.

El viejito va á ver lo que le cuesta amenazarme dijo el gaucho con una sonrisa rencorosa. Uno de los cordilleranos, apodado Piola, que por su edad y sus ademanes autoritarios parecía ejercer cierta influencia sobre sus dos acompañantes, movió la cabeza como si dudase de tales palabras.

Cruel y generoso, pródigo de su sangre y de la ajena, duro para el negocio y manirroto para el placer, los negociantes de Cuba le habían apodado el Capitán Magnífico, y así seguían llamándole los pocos marineros de su antigua tripulación que aún arrastraban por la playa las piernas reumáticas, tosiendo y encorvando el pecho.

El contramaestre chileno apodado el Fraile iba de un grupo á otro protestando de esta inercia, pero sólo conseguía que los trabajadores riesen de él. Uno de los más viejos le contestó insolentemente: no esperarás heredar al italiano... ¿por qué tienes, entonces, más interés que él en obligarnos á trabajar? Hace muchos días que no viene por aquí.

Primero le habían apodado Schopenhauer, por la frecuencia con que citaba a su filósofo favorito; después Nietzsche; pero estos nombres eran de difícil pronunciación, y una noche que Maltrana, aislado de la realidad, osó recitar en griego algunas docenas de versos de la Ilíada, acordaron todos llamarle Homero para siempre.

Había desaparecido el tubo apodado «Escala de Jacob» por Ruperto Henzar, y en la obscuridad brillaban las luces de una habitación situada al otro lado del foso. Reinaba profundo silencio, en contraste con el fragor de la reciente lucha. Yo había pasado el día en el bosque, con Federico, después de separarme de la Princesa, a quien dejamos en compañía de Sarto.

El camarero apodado Friterini, joven pálido, de cabellera echada atrás, ojos febriles y brazos arremangados, cuando dejaba de servir á los concurrentes iba á una mesa ocupada por varios trabajadores españoles, á los que describía la belleza de su ciudad natal en un lenguaje de italiano llegado dos años antes al país.