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Serían las tres de la tarde cuando entró su tío; las dos arpías se abalanzaron hacia él, y con la hiel propia de sus caracteres emponzoñados, le dijeron, disputándose á cuál hablaba primero: ¡Ah, señor don Elías: no sabe usted lo incomodadas que nos tiene este mozalbete! ¿No sabe usted á qué hora entró anoche? ¿Lo creerá usted? ¡A las doce!... ¡Qué escándalo! ¡En una casa como ésta, en una casa de paz, de decoro, de virtudes!

Cuando la devota abrió la puerta y vió á Lázaro, su sorpresa y su turbación fueron tales, que permaneció buen rato sin decirle palabra, mirándole bien, como si creyera que aquella imagen era el efecto de una visión. ¡Ah! exclamó, cerrando la puerta, una vez que Lázaro estaba dentro. Yo creí que no le vería á usted más. Sintió el joven un alivio cuando supo que las dos arpías estaban fuera.

Y la muchacha, como si estuviera hilando un capullo, agarraba estos cabos sueltos de su memoria y tiraba y tiraba, recordando todo lo de su existencia que tenía relación con Tonet: la primera vez que lo vió, y su compasiva simpatía por las burlas de las hilanderas, que él soportaba cabizbajo y tímido, como si estas arpías en banda le inspirasen miedo; después, los frecuentes encuentros en el camino y las miradas fijas del muchacho, que parecían querer decirla algo.

Y entre lo hablado, en alternado acento, Intermedian sonoras harmonías, De que es oyente y mejorado el viento. Y así , mal censor, que te desvías Con nombre de Catón de éxtasis tanta, ¿Presumes que las musas son arpías? Pues presume de que nací infanta; Pero que, en mi opinión, mejoré el nido Después que lo mudé en el de farsanta.

Júzgese lo extraño de aquella aparición y de aquella escena: Paulita, tendida, con los síntomas de un grave accidente; Lázaro, demudado y confuso; gran cantidad de monedas de oro, cosa desconocida en aquella casa, derramadas con abandono por el suelo, y las dos arpías en la puerta, mirándose como dos espectros.

En el sistema amatorio de Bozmediano estaba el tutear á las muchachas á la tercera entrevista. Yo no quiero que usted me proteja. Si estoy muy bien aquí afirmó Clara con angustia. ¿Bien aquí? dijo el militar, cerrando los puños. ¿Bien aquí? Como que voy á ahorcar á esas tres arpías que te están martirizando.

Por un doblón de dos caras se nos muestra alegre la triste del procurador y de todos los ministros de la muerte, que son arpías de nosotras las pobres gitanas, y más precian pelarnos y desollarnos a nosotras que a un salteador de caminos; jamás, por más rotas y desastradas que nos vean, nos tienen por pobres; que dicen que somos como los jubones de los gabachos de Belmonte: rotos y grasientos, y llenos de doblones.

, iré... pues no respondió Coletilla con mucha ironía. Yo también soy liberal. #Las arpías se ponen tristes#. Mucho le asombró á Lázaro lo que pasó en la casa de la calle de Belén el día después de su excursión á la plazuela de Afligidos, que fué el día mismo de la sesión que hemos referido.

¡Diantre de viejas! -No la sacamos de esa casa si no ahorcamos á las tres arpías de los tres balcones, y á Coletilla del tejado. -Estoy decidido ya á lo que te dije ayer. Si no la puedo sacar, me cuelo yo dentro. ¡Hombre, qué empeño! ... Eso ya pica en historia. Vámonos de aquí, que si Coletilla nos ve, de seguro cae de su burro; vámonos y hablemos del asunto.

Estos entes caballerescos son incomprensibles. Ese muchacho será un estorbo más para nuestro plan, para el escalamiento y ... No importa: allá veremos. Sobre lo demás, lo dicho, dicho ... La carta, alejamiento de las arpías, la puerta del desván.... Todo presto, todo arreglado. No hay más que hablar. Dios se la depare buena. Después de estas palabras se separaron.