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En resolución, yo me atrevo a calificar al Sr. Ortiz de Pinedo de buen pintor de costumbres, aunque me alegraría de que mostrase menos amarga predilección por la pintora de las malas, y de que pusiese menos color negro, menos sombras y más luz, y más tintas de rosa y de azul de cielo en su paleta.

Entre las actrices de la misma época, se distinguieron Ana de Velasco, Mariana Páez, Mariana Ortiz, Mariana Vaca y Jerónima de Salcedo. Entre los más renombrados que brillaron en las tablas, hasta la mitad del siglo XVII, merecen mención especial los siguientes: Pinedo.

En los pies, Pinedo, en los pies ... donde tiene usted el talento. Aunque usted me insulte, quisiera que me traspasase esa gota ... ¡por tener siquiera una gota de usted! ¡Pocas gracias! Sería una gota de esencia aromática dijo un consejero de Estado harto dulzón. ¿Y usted qué sabe, hombre, si no ha metido la nariz más que en el coro de ambos sexos? El consejero se puso colorado.

Hablaba ya de entender de la Comedia, murmuraba de los Cómicos famosos, reprehendía los gestos á Pinedo, daba mi voto en el reposo natural de Sánchez, llamaba bonico á Morales, y pedíame el parecer en el adorno de los Teatros y trazar las apariencias. Si alguno venía á leer la Comedia, yo era el que la oía.

Al decir esto se oyó un resuello débil, como de risa reprimida con trabajo. Era la última niña de la marquesa de Alcudia, a quien su mamá dirigió una mirada pulverizante. La fisonomía de la niña volvió instantáneamente a su primitiva expresión tímida y modesta. Es una opinión ... respondió Pinedo, inclinándose respetuosamente.

Oiga usted, Pinedo, no me acordaba ya dijo arreglando el abanico de cartas que tema en la mano , ¿por que tenía usted interés esta mañana en hacer pasar por un santo delante de su hija al perdido de Alcántara? Es un secreto respondió el gran vividor. ¡Que se diga, que se diga! exclamaron a un tiempo Pepa y Clementina. Se hizo de rogar un poco.

Para la calefacción, y además como objeto de adorno. Todos comprendieron ya la burla menos la linfática señora, que siguió preguntando con interés los pormenores del negocio. Los tertulios reían, hasta que Calderón, entre risueño y enojado, exclamó: ¡Pero mujer, no seas tan cándida! ¿No ves que es una guasa que se traen Pepa y Pinedo?

Clementina, Pepa Frías, Lola Madariaga y otras damas formaban grupo conversando con los aficionados a la charla desenvuelta y picante, Pinedo, Fuentes, Calderón. Las niñas y los pollastres se decían mil frases espirituales que les regocijaba hasta un grado indecible.

Como Pinedo cruzase grave dirigiéndole un sombrerazo ceremonioso según su costumbre, la dama se detuvo y le abordó con la sonrisa en los labios. Amigo mío, usted es hombre práctico; también aprovecha estas horas de la mañana para respirar el aire puro y tomar un baño de sol.

Pinedo esperaba casarla con un hombre modesto y trabajador y que no conociese jamás aquel mundo en que no podía vivir y que él despreciaba en el fondo del alma, aunque tal vez, por la fuerza de la costumbre, no pudiese ya vivir a gusto en otro. Es muy joven aún.... Tiene tiempo de divertirse repuso con sonrisa forzada.